Si yo le hablo de benzodiacepinas es probable que no lo relacione con el nombre de sus ejemplos más conocidos: alprazolam, clonazepam, diazepam o lorazepam. Recetados contra el insomnio, la ansiedad e incluso como relajantes musculares. Su consumo se ha incrementado un 30% en la última década y en 2022 la tasa de consumo alcanzó las 110 dosis al día por cada 1.000 habitantes.
Por detrás quedan países de nuestro entorno como Bélgica o Portugal, que mantienen una tasa de 80 dosis diarias o Alemania, que no llega a 0,5 por cada 1.000 habitantes. Estos datos, explica el doctor Antonio Torres, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), "nos hablan de una sobremedicación, de un mal manejo que justifica esa escalada de consumo y de un uso abusivo e inadecuado".
Las cifras que se manejan, 11.000 millones de dosis de psicofármacos dispensadas con receta en farmacias en 2022, "no se corresponden con una realidad clínica -apunta el doctor Torres- no están los españoles más enfermos que los vecinos de los países de nuestro entorno, con unas condiciones económicas similares a las nuestras".
Por eso entre los asuntos que se debaten en el Congreso que la SEMG celebra estos días en Granada se plantean como urgente una desprescripción de estos fármacos ya que, añade el doctor, "hay una muy baja percepción de riesgo con estos fármacos y se obvia que, por ejemplo, aumentan el riesgo de muerte un 21% y tienen muchos efectos -negativos- a largo plazo en la memoria, la capacidad de reacción o la coordinación psicomotora".
Según la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España, elaborada por el Plan Nacional sobre Drogas del Ministerio de Sanidad, las benzodiacepinas se han convertido en la tercera sustancia con mayor consumo adictivo de España, por encima del cannabis. Ese informe revela además que el 7,2% de la población reconoce consumir a diario estos fármacos y casi un 10% de los ciudadanos habían utilizado hipnosedantes, con o sin receta, en los 30 días anteriores a la elaboración de la encuesta.
Y ese es un punto importante, el del consumo sin receta porque existe, asegura Antonio Torres "una especie de tráfico de medicación entre conocidos, familiares o amigos que se intercambian una pastilla y esta situación se está dando y de forma más frecuente de lo que pensamos".
Además preocupa a los médicos de Familia el aumento del consumo entre los jóvenes, una tendencia en ascenso. Se utilizan las benzodiacepinas fuera de su uso clínico, para un uso recreativo, combinadas con otras sustancias como el alcohol y se ha detectado ya su tráfico como "droga barata" mezclándolas con fenobarbital.
Analizando las causas del excesivo consumo de estas sustancias, algunos de los ponentes en el Congreso de la SEMG apuntan a una "medicalización de la vida". "Vivimos en una sociedad competitiva y estresante qn la que debemos sostener rutinas que exigen mantenerse al límite del rendimiento sin angustia y sin claudicaciones".
Algunas comunidades autónomas, como Andalucía, han iniciado ya campañas informativas para frenar la prescripción y el consumo de las benzodiazepinas bajo el lema de Benzostopjuntos.