La sociedad española aún sigue conmovida por la tragedia que sacudió la madrugada del domingo 2 de octubre a la ciudad de Murcia. Un incendio en varios locales céntricos de ocio se saldó con 13 víctimas mortales y un importante número de heridos. Reflexionar sobre dos aspectos puede ayudar a entender mejor los incendios y a fortalecer el sistema regulador para mitigar sus efectos.
El riesgo imperceptible de incendio en un edificio
Los seres humanos, en general, somos malos evaluadores de los riesgos y, particularmente, de posibles incendios en el interior de un edificio. Cuando conducimos un automóvil o volamos en un avión tenemos presente la posibilidad de un incidente con consecuencias indeseadas, pero esto no se percibe de forma tan evidente ante un incendio. Sin embargo, la realidad es que una pequeña cantidad de combustible puede llenar por completo de humo un espacio cerrado en muy poco tiempo, y la temperatura puede ascender muy considerablemente en el recinto si la energía asociada a la carga de fuego se libera a gran velocidad.
Incendios como el acontecido en la discoteca The Station, en Rhode Island (EE. UU.) en 2003, nos ilustran sobre la rapidez de propagación en el interior de un local. Con un resultado de 100 fallecidos, la presencia casual de cámaras en el interior proporcionó un documento único, aunque de enorme dureza.
Edificios industriales y tradicionales
Las debilidades del sistema regulador español en materia de seguridad en caso de incendio han quedado evidenciadas en el incendio de Murcia.
Su ámbito, por ejemplo, se divide en una normativa para edificaciones de usos tradicionales (CTE) y otra para edificios industriales (RSCIEI). El conjunto de los establecimientos de ocio afectados en Murcia (Fonda Milagros, Teatre y Golden) se halla en un entorno industrial y el colapso total de la cubierta ya invita a pensar en una cubierta ligera, más habitual en las naves. Aunque, obviamente, su resistencia estructural debería de haber estado garantizada durante un tiempo, es posible que el conjunto afectado se haya diseñado con una mezcla normativa que no le ha favorecido.
La tramitación de las licencias es un proceso que se puede alargar en el tiempo, requiriendo subsanaciones que producen incertidumbre mientras la actividad está ya en marcha. En este caso de Murcia se ha hablado incluso de una notificación de cierre. Entonces, ¿Cómo es posible que el local siguiera abierto?
Uso inadecuado de materiales
El cumplimiento de la normativa es fundamentalmente prestacional, describiendo soluciones que a menudo no se ejecutan ni mantienen correctamente. Dicho de otra manera, es un cumplimiento más formal que efectivo. Entre los aspectos que, de momento, han quedado al descubierto en el caso de Murcia se evidencia una frágil compartimentación y un uso inadecuado de materiales.
Esa compartimentación no ha garantizado que los establecimientos no se vean afectados por un fuego originado en otro. En cuanto a los materiales usados en el interior, en gran medida plásticos decorativos, han contribuido a la generación de humo denso y tóxico.
Aunque la actual normativa exige unas características de reacción al fuego a los materiales de los revestimientos, deja en el aire la decoración que se implementa a posteriori.
También han mostrado ser insuficientes tanto el mantenimiento para prolongar en el tiempo la efectividad de las medidas adoptadas como la inspección, que debería evitar modificaciones del proyecto original.
El conjunto del sistema regulatorio de seguridad en caso de incendio español necesita una revisión para enfrentar los retos de un futuro más complejo. Entre otras cosas, hace falta un sistema que incluya los cambios normativos precisos, pero que a la vez refuerce aspectos como la educación, la inspección, el papel de los seguros, etc.
La investigación de la Policía Científica será la que determine el origen y la evolución del fuego. Pero debemos asumir una responsabilidad como sociedad. Si lo que ha fallado es la percepción del riesgo, asumirla como educadores; si lo que ha fallado es el diseño, asumirla como profesionales; si lo que fallado es la actitud del titular de la actividad, como empresarios; si lo que ha fallado es el control, como administraciones; y si lo que ha fallado es la normativa, como legisladores.
Los acontecimientos invitan, también, a una reflexión global sobre la propia disciplina de la arquitectura. No todo debe ser posible en los edificios: no necesitan ser efectistas, laberínticos, contener enormes cantidades de plástico o ser un campo de pruebas de material pirotécnico, sino tener un entorno construido seguro, habitable y funcional.
Juan Bautista Echeverría Trueba, Profesor de Instalaciones, Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.