"Estar en Uganda me ha cambiado completamente la vida", estas son las palabras de María Morollón, una española de 31 años que se afincó hace un año en un pequeño pueblo llamado Katwe. Estudió ingeniería química y magisterio, sin embargo, tras unos años trabajando en España y Alemania, se dio cuenta de que su futuro no estaba allí.
Ayudar a los demás es su verdadera vocación y eso es precisamente lo que hace en Uganda: enseñar y dar amor a cientos niños que no tienen absolutamente nada y, en muchas ocasiones, tampoco a nadie.
Entre la casa de los voluntarios de la ONG Rafiki África, en Katwe, y el colegio, en Kenziga, hay 5 kilómetros que se hace diariamente a pie o en moto. Sin embargo, "muchos de los niños tienen que caminar solos hasta 12 kilómetros de ida y 12 de vuelta todos los días para poder llegar al colegio", apunta María.
Vicent es uno de los miles de niños que sufre del abandono y soledad en Uganda. Con tan solo diez años, estuvo dos semanas viviendo solo en la calle después de sufrir maltrato por parte de su padre y, posteriormente, de su "madre de acogida", que terminó por echarlo de la casa. Vincent se convirtió así en una persona solitaria, siempre sucio y con la ropa rota, al que en el pueblo le habían apodado "el niño loco".
Las noches le daban miedo
Al principio, Vincent intentó refugiarse en una casa abandonada pero "las noches le daban miedo", por lo que prefería dormir en medio del campo. Además, "durante esas dos semanas en las que estuvo sin hogar, las únicas veces que comía era cuando estaba en el colegio", explica María.
Tras descubrir este triste caso, los voluntarios acogieron al niño en su casa y, más tarde, le encontraron alojamiento en una habitación proporcionada por la ONG en la que hay otros como él, pero que no cuenta con las condiciones adecuadas ni tampoco hay un adulto que les cuide.
"Desde entonces, Vincent se ha convertido en otro niño, siempre está alegre y sonriente. Además es generoso, atento y ayuda siempre a los demás", comenta la voluntaria española.
Construcción de un orfanato
Historias como la de Vincent son las que han llevado a María, de la mano de la ONG Rafiki África, a iniciar un nuevo proyecto: construir un orfanato para niños hasta el último curso de Primaria, porque después de esa edad pueden vivir en el internado ya existente en el colegio. De momento, han conseguido 11.000 de los 30.000 euros necesarios para darles a estos niños un nuevo hogar y una nueva oportunidad.
Concierto solidario
Para recaudar los fondos para construir el orfanato, Blanca, de 15 años, la hermana mayor de una de las niñas a las que María dio clase cuando estaba en Madrid, ha organizado un concierto solidario a raíz de un proyecto escolar. Tendrá lugar en la Sala Moby Dick de Madrid, situada en la Avenida de Brasil, el próximo miércoles 29 de noviembre.
Las entradas tienen un precio de 15 euros y, en el caso de no poder asistir, también se puede colaborar comprando la entrada de 'fila0', al mismo precio. Si quieres colaborar con el proyecto, puedes adquirir aquí las entradas.
