¿Le ha pasado recientemente que le cuesta concentrarse en una lectura larga, que le lleve más de 10 minutos? ¿Se encuentra a menudo saltando de tarea en tarea, o de ventana en ventana en el ordenador, cuando apenas lleva tres párrafos leídos de un texto? ¿Le cuesta encontrar la tranquilidad mental para concentrarse en una novela?
Vivimos inmersos en un uso constante de ordenadores, móviles y tabletas. Los móviles se usan para acceder a contenido audiovisual (vídeos, podcasts), navegar por internet (incluyendo redes sociales), juegos, compras y servicios financieros. Los españoles, por ejemplo, pasamos de media 5,45 horas al día conectados a la red.
Todo ello tiene una influencia en nuestro cerebro. Nos estamos acostumbrando a un tipo de atención denominada “de abajo a arriba” (bottom-up). En este tipo de atención son las emociones, suscitadas por los contenidos digitales, las que disparan nuestra atención. Es decir, no dirigimos de forma voluntaria la atención (lo que se denominaría top-down: de arriba abajo), sino que estos medios “atrapan” nuestra atención sin que la hayamos dirigido de forma consciente.
Obviamente el impacto depende del contenido. No es lo mismo hacer uso de herramientas digitales que han sido diseñadas y testadas para mejorar procesos cognitivos como la atención, la memoria, la planificación, las habilidades matemáticas (un uso muy minoritario)… que el uso anteriormente descrito.
¿Cuál es el problema de acostumbrarnos a esta forma de atender? El problema es que dificulta que seamos capaces de atender a tareas menos atractivas a priori, o que requieren un procesamiento más pausado como leer, analizar información o estudiar.
La multitarea digital
Una característica de los contenidos multimedia es la “multitarea”: pasamos de contenido y cambiamos entre informaciones sin procesarlas pausadamente. Un modo de leer que impacta de forma negativa en el rendimiento escolar. Además, crea dependencia ya que, a nivel cerebral, se activan áreas implicadas en las adicciones. Es decir, estos contenidos nos “enganchan” en detrimento de otras tareas.
Para más inri, todo esto también está afectando a nuestra calidad de sueño (lo que tiene una alta relación con nuestra capacidad de atención).
Descansar peor, concentrarse menos
Estamos acostumbrados a estar constantemente conectados a estos dispositivos, incluso cuando vamos a dormir. Esto es un error, pues se ha demostrado que la luz de las pantallas confunde a nuestro cerebro haciéndole “pensar” que es de día. Ello impide que generemos melatonina, la hormona que nos ayuda a conciliar el sueño. El sueño es fundamental para estabilizar la memoria y para rendir atencionalmente al día siguiente.
No es baladí que estén aumentando las dificultades atencionales entre la población. Para mantener la concentración necesitamos no estar constantemente conectados a la red. Por eso se plantea el debate en los centros laborales y en las aulas escolares sobre prohibir o limitar el uso de los dispositivos.
Contrarrestar el efecto multitarea
Todo esto nos lleva a plantear una serie de recomendaciones para mejorar nuestra concentración y permitirnos procesar información de forma más pausada.
Disminuir el tiempo de exposición a las pantallas, desconectando los dispositivos cuando requerimos concentración. No deben a acceder a las mismas los menores de dos años. Después se debe limitar el tiempo de uso priorizando los contenidos educativos.
Realizar actividades al aire libre y actividades en la naturaleza también ha demostrado tener beneficios sobre la atención e incluso sobre el rendimiento intelectual general.
Realizar actividad física no sólo tiene efectos positivos en la salud física sino en la mental, incidiendo especialmente en la atención, la memoria, la autorregulación y el estado de ánimo.
Potenciar una correcta higiene del sueño, disminuyendo la cantidad de estimulación de forma progresiva a la hora de acostarse.
Alimentarse de forma equilibrada sin descuidar el consumo de antioxidantes y minerales, ya que son fundamentales en el rendimiento intelectual.
Realizar actividades disuasorias como la meditación, escuchar música o la lectura.
Preparar el ambiente para centrar nuestra atención. Por ejemplo, tener espacios diferenciados de trabajo, eliminar elementos que estén a la vista y que no necesitemos en ese momento. Usar temporizadores para la realización de las tareas y realizar breves pausas o descansos. También es recomendable realizar primero las actividades que requieren más esfuerzo a nivel de atención, para finalizar con las que suponen menor esfuerzo. Nuestra atención tiende a decaer a medida que nos fatigamos. Por último, ir aumentando de forma progresiva nuestros tiempos de concentración.
Recuperar la capacidad de concentración es posible si nos lo proponemos y tenemos en cuenta estos consejos sencillos.
Teresa Rossignoli Palomeque, Personal docente investigador en la Universidad de Nebrija. Doctora en Psicología por la UCM. Líder del proyecto STap2Go: plataforma de cribado e intervención de atención y funciones ejecutivas., Universidad Nebrija
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.