Hace más de 160 años sucedió la peor tormenta solar, también conocida como tormenta geomagnética, de la historia. Este es un episodio de mayor emisión de viento solar o eyecciones de masa coronal, que en caso de que sean intensas, pueden llegar a provocar alteraciones en la magnetosfera de la Tierra. Su intensidad y efectos se cuantifican mediante una escala, constituida por cinco valores diferentes, propuesta por la agencia estadounidense NOAA.
El incremento en la presión del viento solar, es decir, del la corriente de partículas cargadas que se generan en la atmósfera superior del astro comprime la magnetosfera. A su vez, el campo magnético del sol interactúa con el que tiene el planeta, transfiriendoenergía a la magnetosfera. En su fase principal se crea una fuerza magnética gracias a la corriente eléctrica haciendo que se pueda producir una eyección de masa coronal.
Una tormenta geomagnética puede durar varias horas o incluso días, afectando de manera global en diversos puntos de la tierra. Su frecuencia está relacionada con los periodos de la actividad solar conocidos como "ciclo solar". Para poder conocer su actividad se utiliza el índice K, que según indica el Instituto Geográfico Nacional es "un índice geomagnético de tipo cuasi-logarítmico que indica la perturbación del campo geomagnético a nivel local, tomando como referencia la curva de variación diaria de un día en calma del observatorio geomagnético en el que se mide, durante intervalos de tres horas".
Entre los efectos asociados con las tormentas solares se incluyen eventos de partículas energéticas solares, corrientes inducidas geomagnéticamente, disturbios en la ionosfera, muestras de la aurora en latitudes más bajas y fallos en la navegación por compás magnético.
¿Qué ocurrió en 1859?
El astrónomo aficionado británico Richard Christopher Carrington detectó un evento hasta entonces desconocido entre el 28 de agosto y el 2 de septiembre del año 1859. Según se indica en el libro "The Sun Kings", redactado por Stuart Clark, se encontraba en un pequeño observatorio del sur de Londres cuando observó un aumento en las manchas negras del Sol. Hasta ese momento había reunido 5.290 observaciones del astro, por lo que conocía bien su construcción. Mientras trataba de completar un mapa astronómico, se dio cuenta de que una llamarada blanca se asomaba en la superficie.
Este fue el comienzo de la tormenta solar más poderosa desde que existen registros. Ciudadanos de varias zonas del globo comenzaron a apreciar auroras excepcionalmente brillantes, que llegaron a mostrarse en latitudes más australes o septentrionales de lo habitual. Testimonios recogidos por el periódico estadounidense "Mercury Charlestos" mostraban que la población había observado un cambio en el mar, que reflejó el fenómeno, puntuando que recordaba a un pasaje de la Biblia en el que el "mar se convirtió en sangre".
Tuvo consecuencias graves en los telégrafos europeos y norteamericanos. La revista Live Science señala que la explosión pudo "escupir una eyección de masa coronal", arrasando así el planeta Tierra con "ráfagas de alta velocidad de nubes de plasma sobrecalentado", inhabilitando las redes de comunicación de aquella época.
¿Qué ocurriría si pasara hoy?
Muchos expertos señalan que as pérdidas serían incalculables. Afectaría de manera especial a las comunicaciones, redes de energía y herramientas GPS. Los daños materiales podrían llegar hasta los dos billones de euros. Pese a que conocer si esto podría volver a ocurrir es muy complicado, varias asociaciones científicas indican que la posibilidad no es muy alta.
Una investigación publicada en el portal Space Weather recoje que el físico Pete Riley, que trabaja para la Corporación Internacional de Aplicaciones Científica (SAIC) en San Diego, estima que la probabilidad de que una llamarada solar de ese calibre llegue al planeta es de cerca del 12% en los próximos diez años.