Trabaja Sanidad sobre la hipótesis de que los nuevos productos del tabaco, cigarrillos electrónicos, vapeadores o dispositivos sin combustión, resultan atractivos a los jóvenes y suponen una entrada al consumo de nicotina. De hecho, según la última encuesta del Plan Nacional Sobre Drogas, el consumo de estos cigarrillos se ha duplicado en siete años, pasando del 6,8% en 2015 al 12,1% en 2022.
Ante la falta de regulación de muchos de estos productos, urge Sanidad a adecuar la normativa actual a la mayor oferta de mecanismos relacionados con el tabaco que han ido apareciendo en el mercado. Muchos de ellos añaden saborizantes para hacer más atractivo el producto a los más jóvenes, lo que contribuye a generalizar su consumo.
El peor saborizante, el mentol
Un reciente informe realizado por investigadores de la Universidad de Pittsburg, en Estados Unidos, revela que añadir sabor a menta a los líquidos de los cigarrillos electrónicos produce más partículas de vapor, lo que se asocia con una peor función pulmonar de los fumadores. El estudio ha analizado historias clínicas de una cohorte de fumadores y concluye que quienes consumían mentol, respiraban menos profundamente y tenían peor función pulmonar que los fumadores de tabaco convencional, con independencia de la edad, el sexo e incluso los años que llevaban fumando.
Además suma su preocupación el Ministerio por el estancamiento en el ritmo de descenso de la población fumadora, que cayó drásticamente tras la ley Antitabaco de 2010 y que ha ralentizado su bajada en los últimos años. Las advertencias sanitarias incluidas en las cajetillas han perdido eficacia, dice Sanidad.
Según la encuesta EDADES 2022, el 33 por ciento de la población entre 15 y 64 años fuma a diario. Por ello se trabaja en la fórmula del empaquetado blanco, neutro o genérico, que ha funcionado en otros países, como Australia, que fue el pionero en 2012 y que han seguido estados como Francia, Reino Unido, Bélgica, Canadá o Dinamarca.
El plan Integral de Prevención del Tabaquismo está en un cajón
Algunas organizaciones como el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) llevan toda la legislatura reclamando valentía al Ministerio de Sanidad para que apruebe el Plan Integral de Prevención del Tabaquismo, que está elaborado y consensuado desde hace más de un año con las sociedades científicas médicas, pero que no ha visto la luz por presiones del sector del tabaco y de la hostelería, ya que es un catálogo más ambicioso que el Real Decreto que sale ahora a consulta pública.
La estrategia incluye la ampliación de las zonas sin humo a más lugares, en la línea adoptada ya por algunas Comunidades Autónomas que prohíben fumar en playas, e incluso en ámbitos privados como los coches, siempre que en ellos viajen menores o mujeres embarazadas. El proyecto incluía además un aumento considerable del precio de las cajetillas, para igualarnos con países vecinos como Francia. El precio medio de una cajetilla de tabaco en España es de unos 5 euros mientras que en Francia cuesta el doble, con una carga impositiva del 85%.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el tabaco mata a la mitad de las personas que lo consumen. Cada año, más de 8 millones de personas fallecen en el mundo a causa del tabaco. 7 millones por consumo directo y alrededor de 1,2 millones consecuencia de la exposición de no fumadores al humo ajeno.
El tabaco causa más de una docena de tumores; es agente causan en el cáncer de pulmón, cavidad oral, faringe, laringe, esófago, estómago, cuello de útero, vejiga, intestino (colon y recto), riñón, páncreas y próstata, además de la leucemia mieloide aguda. El tabaco es responsable del 22 por ciento de las muertes por cáncer.