La intolerancia a la lactosa se produce por una alteración en el sistema digestivo. Se origina cuando entran en juego productos lácteos que contienen lactosa, un tipo de azúcar que solo puede ser metabolizado mediante una enzima en el organismo llamada lactasa. Pero, si el intestino delgado no produce suficiente cantidad de esta enzima, la lactosa no se absorbe correctamente, provocando este trastorno intestinal.
Mientras que millones de personas alrededor del mundo presentan esta incapacidad de digerir la lactosa, sólo en España, la sufren entre el 19% y el 28% de la población, tal y como afirma la marca especialista 'Kaiku Sin Lactosa', en su página web.
Qué tipos de intolerancia a la lactosa existen
En función de la causa, existen tres tipos de intolerancia a la lactosa:
- Intolerancia congénita: es la menos frecuente y se produce por una mutación en el gen de la lactasa. El único tratamiento posible es utilizar fórmulas especiales de leche sin lactosa.
- Intolerancia primaria o racial: es de clase hereditaria y permanente. En este caso, las personas que la padecen van notando como poco a poco, la ingesta de lactosa les va causando cada vez más síntomas, perdiendo la capacidad para tolerar la leche, otros productos lácteos, y alimentos con lactosa.
- Intolerancia secundaria o adquirida: es el tipo de trastorno más común y es reversible y temporal. Suele producirse por una afección intestinal temporal, por el consumo de algún nuevo medicamento o por el diagnóstico de una enfermedad.
Cuáles son los síntomas más comunes
Si una persona sufre intolerancia a la lactosa, puede tener síntomas pocas horas después de consumir cualquier alimento que la contenga. Estos pueden ser leves o graves, dependiendo de la cantidad que haya consumido, aunque las consecuencias más habituales son:
- Diarrea
- Distensión abdominal
- Dolor abdominal
- Flatulencias
- Hinchazón o distensión abdominal
- Náuseas
- Pérdida de peso
- Retraso del crecimiento
- Ruidos estomacales
- Vómitos
Cómo se detecta esta alteración en el sistema digestivo
Al ser un problema tan frecuente, para detectar la intolerancia a la lactosa se realiza un test que sirve para medir la respuesta del organismo tras la ingesta de productos lácteos. Por otra parte, también hay disponibles pruebas genéticas que determinan el tipo de intolerancia que sufre el paciente. De esta manera, los expertos proceden al tratamiento más adecuado.