Cuando el marido de Carmen murió los dueños de la finca de la calle Ferraz en la que trabajaba le ofrecieron a su esposa ocupar su puesto de trabajo como portero. La mujer aceptó y estuvo 30 años ejerciendo como portera sin cotizar a la seguridad social.
Hace tres años le diagnosticaron Alzheimer y los vecinos llamaron a sus hijos para que fueran a recogerla porque su enfermedad le impedía trabajar como hasta entonces. Había dejado de tirar la basura y olvidaba algunas de sus tareas. La sorpresa de su hija Cristina fue mayúscula cuando descubrió que su madre no tenía derecho a pensión porque había estado trabajando 28 años sin contrato.
Los dueños de la finca le hicieron un contrato en el 2012 como empleada del hogar a tiempo parcial con una remuneración de 150 euros al mes. Insuficiente para que la anciana, ahora enferma, pueda tener derecho a cobrar pensión. Se justifican diciendo que la contrataron por caridad para que tuviera algún sitio en el que vivir.
Su hija Cristina ha pedido ayuda a través de la plataforma change.org y ya ha conseguido más de 6.000 firmas para que su madre pueda jubilarse. Asegura que tienen testigos de que su madre ha estado trabajando porque "todo el mundo en el barrio la conoce".