Madrid |
Días antes de la inauguración, un funcionario de la Unesco comunicó al artista que debía cubrir las partes íntimas de las estatuas para evitar "herir la sensibilidad del público". Simon, epatado, propuso asistir a la muestra en persona, armado con un paño y cubrir el sexo de aquella escultura que resultase incómoda para los visitantes.
La organización consideró, sin embargo, que la medida no era suficiente y exigió que se taparan de forma permanente.
Simon ideó entonces la fórmula de cubrir las partes pudendas con pequeños tangas y bragas. Y así quedó la absurda exposición, para sorpresa de los visitantes que no encontraron en las esculturas ninguna connotación erótica ni sexual.
Vista la reacción y ante las críticas cosechadas, la Unesco se ha disculpado por "un error lamentable" fruto de un "malentendido". El artista lo ha considerado una anécdota.