Internet nunca deja de sorprender cuando se trata de manías sanitarias extrañas que se convierten en tendencia. Una de las últimas tendencias en las redes sociales se denomina “bone smashing” (rompe huesos), y es tan descabellada como su nombre indica.
Consiste en someter la cara a un traumatismo por objeto contundente –un martillo, un rodillo, una botella o cualquier otro objeto duro–, golpeándola varias veces con la esperanza de mejorar el aspecto físico.
No hace falta decirlo, pero por si acaso: no lo haga. Aplastar huesos no cambiará definitivamente su estructura facial, pero puede provocar otros daños permanentes, como la pérdida de dientes y la ceguera.
La “ciencia” detrás de esta moda
El hueso es un tejido vivo y se rejuvenece constantemente en un proceso estrechamente regulado conocido como remodelación. De hecho, toda la estructura ósea se sustituye por completo en el transcurso de una década. La remodelación garantiza que sólo carguemos con la cantidad de hueso necesaria para sostener y proteger nuestros tejidos, y adapta la arquitectura de esos huesos a nuestras necesidades de movimiento.
Ciertos estímulos también pueden provocar cambios. Por ejemplo, el ejercicio ejerce una “carga” (fuerza externa) que garantiza que los huesos mantengan su forma y resistencia. Sin este estímulo, el hueso empezará a descomponerse para evitar cargar con todo lo que no estamos utilizando.
Muchos vídeos que promueven el aplastamiento óseo malinterpretan una teoría llamada ley de Wolff, que reconoce que los huesos se adaptan a las tensiones que se ejercen sobre ellos, y que con el tiempo, cuando se ejerce una carga repetidamente sobre un hueso en particular, éste cambiará. Por ejemplo, los atletas universitarios que practican deportes como el baloncesto, el tenis y el atletismo tienen huesos más fuertes en su brazo dominante, en comparación con el no dominante, debido a las tensiones repetidas a las que se ven sometidos.
Pero la clave aquí es comprender que estos huesos sólo cambian como resultado de los músculos que los rodean. Cuando los músculos tiran del hueso adyacente, ayudan a estimular el crecimiento. Así que, aunque los huesos de la cara sí se ajustarían a la ley de Wolff, no cambiarían como resultado de golpear estos huesos repetidamente.
Si esto fuera posible, veríamos estos cambios en deportistas profesionales que reciben repetidos golpes en la cara y el cráneo. Pero, en realidad, la mayoría de los cambios físicos que se observan en esos deportistas se deben a tejido cicatricial o fracturas mal curadas.
No hay pruebas de que los golpes repetidos en la cara alteren la estructura ósea en los seres humanos. Aunque la investigación muestra que puede producir cambios en las ratas, su estructura ósea y su biomecánica son muy diferentes a las de los humanos. Por no mencionar que los animales de este estudio desarrollaron lesiones cerebrales traumáticas como resultado de los golpes repetidos.
Rotura ósea profesional
Los golpes repetidos en la cara también pueden causar fracturas, ya que hablamos de huesos bastante débiles.
Si bien es cierto que muchas cirugías estéticas requieren la rotura de huesos, sólo se hace cuando es absolutamente necesario y en un lugar concreto del cuerpo. El proceso de romper o afeitar un hueso para modificar su forma se denomina osteotomía, y a veces se realiza durante una rinoplastia (cirugía de la nariz) o una genioplastia (cirugía de la mandíbula).
Aunque una osteotomía puede cambiar el aspecto de una persona y la alineación de ciertos huesos, también puede cambiar la forma en la que funciona ese hueso. E incluso cuando estas operaciones las realizan profesionales, la recuperación es larga y el resultado puede no ser exactamente el deseado por el paciente. Sin olvidar que las osteotomías también conllevan riesgo de complicaciones como lesiones nerviosas.
El hueso que se coloca posteriormente para reparar una fractura (conocido como “hueso tejido”) también es inferior en términos de calidad y estructura. Así, aunque una fractura típica puede tardar entre 6 y 8 semanas en curarse –en que el hueso tejido conecte los extremos rotos–, hay que esperar entre unos meses y años para recuperar la estructura y calidad originales.
Riesgos graves para la salud: daños en los ojos, lesiones cerebrales y parálisis facial
Muchos de los que han probado la moda de romper huesos lo han hecho para alterar la estructura ósea de los pómulos (conocidos como huesos cigomáticos) o de la mandíbula (la mandíbula).
El hueso cigomático de cada mejilla facilita las expresiones faciales y protege los ojos. La mandíbula nos ayuda a masticar, hablar y da forma a la parte inferior de la cara. Estas estructuras están optimizadas para estas funciones, por lo que golpear cualquiera de ellas con algo pesado probablemente sólo dañará los huesos. Y, como nuestro cráneo no está diseñado para soportar golpes fuertes repetidos, el aplastamiento de los huesos podría provocar lesiones cerebrales traumáticas.
Los daños en los pómulos pueden dar lugar a hematomas e hinchazón, que a su vez pueden dañar los ojos, así como los nervios de la cara. Esto puede dar lugar a parálisis facial.
Los daños en la mandíbula entrañan los mismos riesgos. Por detrás de ella pasa un vaso sanguíneo principal que lleva sangre a partes importantes de la cara y la cabeza, como los dientes, partes del oído y el revestimiento del cerebro. Un daño importante en la mandíbula puede desgarrar esta arteria. Debido a su posición, puede resultar difícil ver el daño y detener la hemorragia en los tejidos circundantes. Aunque lo más probable es más probable que cause daño o pérdida de dientes y daño nervioso, también podría [llevar a la muerte].
Incluso si “destrozar huesos” golpeándonos la cara proporcionara los cambios faciales deseados, tendríamos que seguir haciéndolo durante el resto de la vida. Porque una vez cesan los golpes, el hueso vuelve a su estructura más eficiente.
Si desea cambiar el aspecto de su cara, consulte a un profesional.
Adam Taylor, Professor and Director of the Clinical Anatomy Learning Centre, Lancaster University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.