La deshidratación es uno de los trastornos más comunes en las personas mayores y una de las diez causas más frecuentes de hospitalización para este grupo de edad, aseguran desde la Fundación Española de la Nutrición (FEN), que recuerda la importancia de mantener una buena hidratación “ya que beber suficiente cantidad de agua es importante para reducir el riesgo de sufrir infecciones respiratorias, que junto con las infecciones urinarias, son dos de las principales causas de muerte en los adultos mayores”.
Tal y como se recoge en el “Libro Blanco de la Nutrición de las Personas Mayores” elaborado por la FEN y la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), durante el envejecimiento se producen cambios estructurales y fisiológicos que alteran la composición corporal, entre los que destacan el descenso en la proporción de agua. A ello se une la disminución de la sensación de sed que hace que las personas mayores se olviden de que tienen que beber, con el consiguiente riesgo de deshidratación.
Otras circunstancias que pueden contribuir a la deshidratación de las personas mayores, además de la disminución fisiológica en la sensación de sed, son el temor a beber a causa de problemas de incontinencia urinaria o dificultades en la capacidad de deglutir (disfagia).
Las consecuencias de la deshidratación afectan a todos los órganos y sistemas del cuerpo, advierten desde la FEN, de ahí la importancia de mantener una correcta hidratación. Por este motivo, y para evitar esta situación, instituciones como Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) aconsejan una ingesta diaria de entre 2 y 2,5 litros de agua.
Para llegar a consumir la cantidad de líquido recomendado también se pueden beber caldos vegetales, de carne y de pescado (desgrasados). Y siempre es aconsejable una dieta rica en frutas y hortalizas, ya que también contribuye a la ingesta de agua.