La migraña afecta actualmente a entre el 10% y el 15% de la población, según los últimos estudios, y la Organización Mundial de la Salud la considera como una de las enfermedades con mayor discapacidad, ya que una persona que presenta una crisis de migraña, rara vez va a poder desempeñar una labor activa como la que realiza ajena al dolor.
Así lo ha explicado Alberto González Plata, neurólogo de Quirónsalud Clideba, con motivo de la celebración el pasado sábado del Día Internacional de Acción contra la Migraña. “A día de hoy, la migraña se considera una condición crónica para la cual no existe tratamiento curativo”, explica González Plata.
Esta dolencia puede desarrollarse en cualquier persona, pero tiene una especial incidencia entre las mujeres (entre 2 y 3 veces superior con respecto a la incidencia sobre los hombres) con una aparición habitual en torno a la segunda década de la vida. Se trata de una cefalea (dolor de cabeza) primaria, es decir, que no hay una causa externa evidente que explique ese dolor.
El neurólogo de Quirónsalud señala que “no existe una causa única en la producción de la migraña, aunque se conoce que hay algún grado de predisposición genética. Las personas que padecen migraña presentan unas características peculiares en el funcionamiento de determinadas regiones cerebrales, además de “una alteración en el procesamiento de la sensibilidad con imposibilidad para inhibir determinados estímulos ni habituarse a ellos”.
En cuanto a los síntomas, para calificar un dolor de cabeza como migraña debemos sufrir al menos 5 episodios de dolor de cabeza con unas características específicas: “El dolor puede durar desde 4 horas hasta 72. En gran parte de los casos afecta a un lado de la cabeza que puede variar entre unos episodios y otros. Este suele notarse en forma de pulso como el latido cardiaco, y es frecuente que asocie náuseas y vómitos, así como especial sensibilidad a la luz y el sonido. El dolor suele ser de intensidad elevada y empeorar con los movimientos de la cabeza o el esfuerzo”.
Aunque a día de hoy esta dolencia no tiene cura, sí hay tratamientos que ayudan a mejorar la calidad de la vida de los pacientes. Por un lado, existen tratamientos puramente sintomáticos, es decir, aquellos que pretenden quitarnos, o al menos mejorarnos, el dolor lo más rápido posible. Por otro lado, hay tratamientos denominados preventivos, que son aquellos que pretenden reducir la intensidad y la frecuencia de las crisis de dolor. “Existen varios tratamientos, cada uno de ellos con su peculiaridad y dirigido a un perfil de paciente concreto”.