A pesar de que tradicionalmente las enfermedades reumatológicas se asocian con personas mayores, éstas pueden afectar a cualquier tramo de edad, incluso a los niños y adolescentes. En esta etapa su prevalencia y evolución es diferente, hay algunas raras como las miopatías, pero hay otras más frecuentes como la Artritis Idiopática Juvenil (AIJ) que puede afectar a 1 de cada mil niños en España, y otras enfermedades autoinmunes sistémicas que también pueden debutar en la infancia como el lupus eritematoso sistémico o la esclerodermia. A pesar de que durante las últimas décadas se han producido importantes avances en las terapias, hasta un 40-50% de los casos de niños y adolescentes con enfermedades reumáticas precisan continuar con sus tratamientos (fármacos modificadores de la enfermedad o terapias biológicas) en la edad adulta, según ha puesto de manifiesto el Dr. Juan Carlos Nieto, reumatólogo del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid.
Con motivo del ‘Día Mundial de las Enfermedades Reumatológicas en la Infancia y la Adolescencia’, que se celebra el 20 de marzo, desde la Sociedad Española de Reumatología (SER) se apuesta por garantizar una correcta transición de estos pacientes antes de las Unidades de Reumatología de adultos. En este proceso se debe asegurar que todos los adolescentes con enfermedades reumáticas adquieren los conocimientos, habilidades y competencias necesarios para cuidar de su enfermedad por sí mismos y favorecer un seguimiento ininterrumpido y coordinado con las Unidades de Reumatología de adultos.
¿Qué ocurre durante la adolescencia?
Tal y como recoge la SER, en esta etapa de la vida, entre las principales manifestaciones físicas, los afectados pueden sufrir una talla baja y alteraciones del crecimiento localizado en las articulaciones con inflamación persistente, dando lugar a discrepancias en la longitud de extremidades. Además de provocar un aumento de la fragilidad ósea y del riesgo de fracturas, cuando se reciben altas dosis de corticoides aparecen cambios corporales como aumento de peso y redistribución de los depósitos grasos, desarrollo de estrías cutáneas o hirsutismo. La limitación de la movilidad cuando la enfermedad está activa provoca debilidad y atrofia muscular.
Asimismo, por otra parte, estas enfermedades pueden afectar al ámbito psicológico favoreciendo una disminución de su autoestima, aislamiento social o dificultad en el establecimiento de relaciones de amistad o pareja con otros adolescentes. “Este aspecto también es imprescindible abordarlo en una época de especial susceptibilidad y riesgo psicológico, así como otros temas que tienen que ver con la incertidumbre en el futuro. Por ejemplo, en el caso de las adolescentes si podrán tener hijos”, destaca el Dr. Nieto.