La Mancha tiene fama de producir el mejor azafrán del mundo, una especia que es uno de los ejes de la cultura tradicional de Consuegra.
Buena parte de la producción del azafrán manchego, el único con denominación de origen en España, se lleva a cabo en pequeñas parcelas por las familias. Es muy frecuente que las familias dediquen al azafrán uno o dos celemines de tierra. Eso implica, durante unas semanas, prácticamente abandonar cualquier otra actividad para dedicarse toda la familia a ello.
Muy temprano hay que salir al campo a “coger la rosa” que ha brotado esa noche, y así durante un par de semanas por lo menos. Inmediatamente hay que mondar la flor recogida, es decir, extraer los tres estigmas, que luego hay que tostar para secarlos. Hay distintas estimaciones pero se calcula que se necesitan 250.000 flores para conseguir un kilo de azafrán. Todo debe hacerse en el día para conseguir la excelencia del resultado.
Un proceso artesanal
Un proceso que podemos decir que está en el ADN de estos pueblos, en su cultura tradicional, y que es mucho más que una simple actividad económica. Y eso es lo que se celebra en las fiestas de estos días.
Lo que podemos ver ahora en La Mancha es una forma de trabajar que se remonta a muchos miles de años atrás. Una pintura de hace 3700 años del palacio minoico de Knossos, en Creta, nos muestra la recolección de la rosa del azafrán. Allí vemos que se arranca la flor entera, pero en una pintura un poco posterior, esta vez en la isla de Santorini, ya vemos que los protagonistas extraen únicamente los estigmas.
Consuegra, destino turístico dentro de Toledo
Consuegra es, probablemente, el destino turístico más visitado de la provincia después de Toledo capital. Lo primero que nos atrae, y se ven desde lejos, son sus molinos. Se conservan 12 de ellos, alineados a lo largo de la cresta del cerro Calderico, una elevación rocosa muy singular sobre la planicie.
Si subimos vemos Consuegra a sus pies, y en la lejanía se distingue la silueta de los Montes de Toledo. Hay algunos molinos que se pueden visitar, y de hecho en uno de ellos se encuentra la oficina de turismo.
La localidad ha estado habitada desde tiempo inmemorial. El castillo es de época califal aunque a finales del siglo XII se convirtió en la sede de la Orden de San Juan de Jerusalén. Sufrió bastante durante la invasión napoleónica pero está bastante bien restaurado y se pueden visitar diferentes estancias, algunas veces con recorridos temáticos. La vista que se tiene desde lo alto te lleva a kilómetros de distancia.
Descendiendo, en el casco histórico encontraremos una serie de iglesias y conventos, y en la Plaza Mayor habría que ver la casona con una espléndida balconada. Allí se encuentra el Museo Municipal, con algunos de los hallazgos arqueológicos encontrados en la zona.
En El Alfar podemos sumergirnos en la cultura popular con su arquitectura tradicional, un horno y restos romanos. Además es un buen lugar para probar la gastronomía manchega gracias a un proyecto admirable de restauración con inclusión social de sus trabajadores. Y la comida, platos con azafrán o sin él, está buenísima.
