Menorca es una maravilla que conserva su propia manera de vivir, sin agobios ni prisas. La isla es muy bella, especialmente ahora, en primavera, cuando sus estupendas playas y sus calas encantadoras las tienes casi para ti solo, y cuando el verdor cubre de nuevo esos campos tan bellamente humanizados. No creo que Menorca fuera más hermosa sin la intervención humana, sin sus tapias, sin sus tancas, sus muretes de piedra seca, sus casas encaladas o pintadas de vivos colores, sin sus caminos pintorescos, sin sus barcos en los puertos y sin los establos en los que crían esa raza de caballos magnífica que es la menorquina… La isla ahora, en primavera, está bella y tranquila, casi vacía todavía…

Primavera en Maó y Ciutadella
La primavera también se nota en las dos ciudades principales, en Maó y Ciutadella, cada una en un extremo de la isla. Maó tiene una estructura urbana especial, rodeando la enorme ensenada y el puerto. No queda mucho de su pasado medieval, pero muestra un carácter neoclásico, el estilo al que pertenecen sus principales edificios históricos como el Ayuntamiento, la iglesia de Santa María y la de Nuestra Señora del Carmen. Otros elementos como el Bastió de Sant Roc o los restos de la fortaleza de Sant Felip hablan de tiempos en que la isla era un objetivo muy apetecido por los piratas del Mediterráneo. La ensenada tiene un sistema defensivo muy interesante de ver y de conocer, con la fortaleza de la Mola como emblema de la protección del gigantesco puerto natural.

Ciutadella está en la otra punta de la isla, tiene también un pequeño puerto, pero mantiene un importante conjunto monumental que le otorga un carácter de ciudad medieval, con callejas en torno a una potente catedral de estilo gótico-catalán. En el casco urbano, las iglesias se mezclan con los palacios y los conventos recordando la historia de comercio y militar que caracterizó a la población durante siglos. Los ataques de piratas y ejércitos no consiguieron destruirla y los ingleses que dominaron la isla en el siglo XVIII se olvidaron un poco de ella en favor de Maó. Por eso conserva el encanto medieval junto a su puerto, rodeada por campos fértiles y monumentos megalíticos. Aunque su aspecto es medieval, en su pasado encontramos antes a los fenicios, los griegos y los romanos. A mí me encanta la calle con soportales dedicada a Josep María Quadrado y asomarme al puerto desde la plaza alta, y disfrutar la seducción del barrio antiguo, la catedral poderosa, del siglo XIII, que se levantó sobre la vieja mezquita, el Ayuntamiento construido sobre el antiguo alcázar, las placitas con encanto, los callejones, los palacios escondidos y la vitalidad del casco antiguo durante las fiestas de San Juan, con los caballos a las calles.

Disfrutar de la tranquilidad en una casa de campo menorquina
El campo menorquín es bonito, es un campo cuidado y vigilado desde las preciosas casas de campo. Unas casas a las que dan ganas de irse a pasar una temporada, porque son magníficas. Tienen una sencillez sólo aparente. Eran minimalistas antes de que se inventara ese término estilístico, sobrias, amplias, elegantes, de materiales sencillos adecuados al lugar y al paisaje, casas inteligentes, que se protegen del sol y del viento, se abren a las vistas y se rodean de vegetación, y también se integran en el paisaje, que está especialmente jugoso ahora, en primavera. Por eso yo creo que una de las mejores cosas que se puede hacer en Menorca es precisamente alquilar una casa en el campo, casas de lujo en fincas privadas que te permiten vivir como un antiguo propietario menorquín, con la absoluta tranquilidad de esas antiguas posesiones campestres… Pero es muy interesante percibir que Menorca es un lugar tranquilo y apartado, pero que está muy bien conectado con el mundo, con el comercio y la industria, tienen un equilibrio perfecto entre lo global y lo local.

Es Mercadal y Alaior, encanto de interior
Entre las dos ciudades principales, hay pueblos que merece la pena visitar. Uno de ellos es Es Mercadal, en el centro de la isla, al pie del monteToro, que es el más alto del territorio, al que hay que subir para ver el monasterio que tiene en su cumbre, desde el que se divisa toda la isla. No hay que dejar de subir para contemplar el panorama. Mercadal es una ciudad con buena arquitectura popular, y vale la pena acercarse también al puerto de Migjorn. Alaior es otra ciudad interesante, con industria de calzado y bisutería, pero su casco antiguo es una belleza de casas blancas, estrechas callejas y palacios del siglo XVIII. En su costa también se dan la mano el turismo y el encanto natural… Aunque ahora, en primavera, hay un lugar muy especial como es el Parque Natural de s’Albufera des Grau, a un par de kilómetros de Maó, con el humedal más importante de Menorca y un bosque de acebuches, con preciosos paseos en estos días, además de un interesante centro de interpretación, el Rodríguez Femenías.

La vuelta costera a Menorca por el Camí de Cavalls
Recorrer la costa siguiendo el Camí de Cavalls es una experiencia imperdible. Es una maravilla ese camino antiguo de caballos que da la vuelta completa a la isla pasando por todos los lugares más hermosos de la costa de Menorca. El Camí de Cavalls es un camino de poco más de 180 kilómetros que no tienen desperdicio, ideal para hacerlo a lomos de uno de los magníficos caballos de raza menorquina, de capa oscura, negros, elegantes y de gran fortaleza. Pero el Camí de Cavalls también se puede hacer a pie, en etapas, o en BTT, en bicicleta, que es la mejor manera de disfrutar de esta isla Reserva de la Biosfera, que no parece real. Es un mosaico de pequeñas parcelas separadas por tapias, con caminos rurales, casas sencillas, senderos que se encaraman por las colinas y se asoman a playas, calas y acantilados, disfrutando de las suaves temperaturas de primavera y de los campos floridos que llenan de color y de perfume los paisajes tan dulces de la isla.

Menorca Talayótica o la fusión perfecta entre naturaleza y patrimonio
Podemos encontrar cantidad de patrimonio si recorremos la isla de Menorca, que combina muy bien los monumentos y la naturaleza. Esa unión tan perfecta de naturaleza y monumentos tiene su expresión más menorquina en la presencia en los campos de los monumentos megalíticos. Tiene muchísimos diseminados por toda la isla. Durante la Edad del Bronce, los menorquines prehistóricos sembraron la isla de monumentos de piedra hace ya 4.000 años. Restos muy diversos, sepulcros, hipogeos, cuevas de horno, pozos, los famosos talaiots o torres de defensa y dos elementos que sólo hay en Menorca, las taules, que son piedras superpuestas con forma de T mayúscula, y las navetas de piedra, como la Naveta de Es Tudons cerca de Ciutadella... que es perfecta para visitarla, a cinco kilómetros de Ciutadella. Dicen que hay más de 1.500 yacimientos arqueológicos en Menorca. Muchos se han incluido en la declaración de la Menorca Talaiótica como Patrimonio de la Humanidad en 2023. Tengo que decir que es un placer recorrer la isla encontrando monumentos megalíticos al borde del camino, entre muretes de piedra seca, con vistas sobre el mar azul. Toda la isla es un bello jardín plantado con los restos de los toscos edificios de la Edad del Bronce y yo diría que Menorca es el museo de la Prehistoria más bonito que conozco. Toda la isla es un museo al aire libre que ocupa un bellísimo espacio natural.

Da la sensación de que Menorca es muy completa, que no tiene un rincón que desentone o que no valga la pena ver y disfrutar. Cuando ves ese espacio reducido de la isla tan bien cuidado, tan armonioso y tan bien compuesto, me parece que Menorca tiene conciencia de sí misma, tiene una personalidad colectiva que invita a cuidar la isla como si fuera una casa común, y por eso la mantienen tan impecable y hermosa, y además dan ejemplo y consiguen que los que venimos aquí sintamos Menorca de la misma manera, como nuestra casa, como un lugar que debemos mantener en su encantadora armonía. Menorca nos hace sentirnos menorquines.