El turismo comunitario es una forma de viaje en la que la propia comunidad organiza todos los servicios turísticos, como el alojamiento, la comida y las actividades. Este tipo de turismo suele darse en comunidades pequeñas, rurales y de población indígena, donde los beneficios van directamente a los miembros de la comunidad. A menudo, estas experiencias se gestionan a través de cooperativas y permiten a los viajeros interactuar con los locales, conocer sus costumbres, su gastronomía y su historia de una manera más íntima.
Conociendo la cultura Maya
En Quintana Roo, el turismo comunitario no solo te permite conocer la vida cotidiana de las comunidades locales, sino que también ofrece una oportunidad única para adentrarte en la rica cultura maya. Las actividades relacionadas con la naturaleza, como recorrer un bosque, navegar por lagunas en canoa o explorar cenotes, adquieren una dimensión especial cuando se cuentan desde la perspectiva de los descendientes de la antigua civilización maya. Por ejemplo, escuchar la historia de los árboles de chicle de la mano de un recolector local se convierte en una experiencia mucho más enriquecedora. Una de las primeras paradas en este tipo de turismo es la población de Señor, cerca de Felipe Carrillo Puerto. Aquí se preserva la sabiduría maya a través de los "últimos testigos", las personas mayores que transmiten sus conocimientos a las nuevas generaciones y a los visitantes. Entre las actividades que puedes realizar está aprender sobre el henequén, un tipo de agave que se ha cultivado desde tiempos prehispánicos, y observar los panales de las abejas meliponas, que producen una miel única. Además, puedes explorar una milpa, el campo donde crecen diferentes variedades de maíz, incluyendo el blanco, amarillo, rojo, negro y azul.
La gastronomía maya: el maíz y la cochinita pibil
Uno de los aspectos más fascinantes del turismo comunitario en Quintana Roo es la oportunidad de aprender sobre la gastronomía local. El maíz, base de la alimentación maya, sigue siendo fundamental en la cocina tradicional de la región. Observar a una mujer preparar tortillas de maíz utilizando un metate, el molino de piedra manual, es una experiencia que conecta con las raíces más profundas de la cultura local. El maíz que se utiliza es nixtamalizado, un proceso ancestral en el que el maíz se cuece con cal para mejorar la asimilación de nutrientes. Otro plato icónico de la región es la cochinita pibil, una receta tradicional que se cocina en un horno excavado en el suelo, donde se colocan piedras calientes, carne y hojas, y todo se cubre con tierra. Aunque originalmente se preparaba con guajolote (pavo), hoy en día se hace principalmente con cerdo.
Inmersión en la naturaleza maya: los cenotes
Además de la cultura, el turismo comunitario en Quintana Roo ofrece experiencias naturales excepcionales. Los cenotes, formaciones geológicas características de la península de Yucatán, son una de las principales atracciones. Estos depósitos de agua subterránea, que a veces colapsan formando pozos gigantes, tienen un gran significado en la cultura maya, ya que se consideran puntos de conexión con el inframundo. Uno de los momentos más memorables de las experiencias que podemos vivir es la exploración del cenote del jaguar, un cenote semiabierto en el que se desciende por un rapel hasta llegar al agua en una gruta casi a oscuras. Nadar en este entorno de pura adrenalina adquiere un sentido profundo cuando un guía local te explica la importancia cultural y geológica del cenote, así como su conexión con la cosmovisión maya. La experiencia se completa con una ceremonia de purificación con copal, que te hace sentir que estás no solo explorando un cenote, sino también adentrándote en la espiritualidad y la cultura maya.
La historia de Tihosuco: la guerra de las Castas
El turismo comunitario también ofrece la oportunidad de conocer la historia reciente de la península de Yucatán. Un lugar clave para entender los eventos históricos es Tihosuco, una pequeña población hacia el interior de Felipe Carrillo Puerto. En 1847, Tihosuco fue abandonada después de ser el epicentro de la guerra de las Castas, un conflicto bélico que duró más de 50 años y que enfrentó a las comunidades indígenas contra los terratenientes criollos tras la independencia. Este conflicto, aunque poco conocido, marcó profundamente la historia de la región.
En Tihosuco, puedes visitar el museo de la guerra de las Castas, que se encuentra en una casa tradicional restaurada. En este museo, los propios habitantes del lugar te cuentan la historia de la guerra y su impacto en la comunidad. La iglesia del Niño Dios, ubicada en la plaza de Tihosuco, también es un testimonio de la época. Sus enormes dimensiones, que contrastan con la pequeña población actual y su destrucción parcial, son recuerdos de las batallas que se libraron en la zona.
