GENTE VIAJERA

La península del Peloponeso es uno de los principales destinos viajeros en Grecia

Viajamos con Gente viajera y Cales Lamelo hasta el Peloponeso, donde encontramos muchos de los principales recintos arqueológicos de la Antigüedad e importantes recuerdos de la Edad Media. En un primer viaje tampoco debería faltar una visita a los restos medievales y en ese sentido Mistra y Monemvasia serían las etapas fundamentales.

Ángel Martínez Bermejo

Madrid | 26.02.2023 15:32

En el Peloponeso se encuentran algunos de los principales atractivos patrimoniales de Grecia. Sólo hay que mencionar lugares como Olimpia, Micenas y Epidauro, para que nuestra imaginación vuele a la antigua Grecia, ya sea a la época micénica o a la clásica. En el recorrido por esos lugares imprescindibles, podría completarse con otras zonas en las que el atractivo es diferente pero yo diría que no menor. Mi primera recomendación sería sin duda la península de Mani. El Peloponeso es la parte meridional de la Grecia continental y aquí encontramos un destino mucho menos monumental, con menos historia, pero donde el paisaje se impone de manera absoluta. A pesar de sus reducidas dimensiones es muy variado y la parte septentrional es más amable, más suave, con más vegetación, mientras que el Mani meridional, el Mani profundo, es un mundo rocoso, aislado, donde todo resulta más esencial. La parte septentrional corresponde a la región de Mesenia y la última a la de Laconia, la región sobre la que dominaba Esparta. Ahora nosotros decimos espartano para referirnos a algo sobrio y austero, pero también decimos lacónico para lo que es breve y conciso. Ese modo de vida espartano del que nos hablan los libros de historia tiene su espejo en el paisaje.

Cuevas Azules de Zakynthos. Grecia
Cuevas Azules de Zakynthos. Grecia | Cuevas

Mani tiene infinidad de referencias literarias clásicas

Si venimos desde Mistrá y Monemvasia la puerta de entrada a Mani es Gition, una agradable ciudad costera en el fondo del golfo de Laconia, el que separa la península oriental de la de Mani. Gition era el puerto de Esparta en la antigüedad y ahora muestra sus edificios neoclásicos muy atractivos frente al mar. Hay hoteles con historia, bares y restaurantes que ponen sus terrazas. El faro se encuentra sobre una islita que ahora está unida al continente y la tradición dice que es la antigua Cranaé, el lugar donde Paris llevó a Helena para embarcar desde allí a Troya. Como se ve, cualquier lugar en Grecia tiene siempre un poso mitológico o histórico. Desde aquí la carretera, estrecha y serpenteante, atraviesa la parte meridional hasta Areópoli, que ya está al otro lado de la península.

Yo sugiero no atravesar la península hasta Areópoli, que es la capital de Mani y seguir por la vertiente oriental de camino hacia el cabo Ténaro, el extremo de todo. Y en cuanto entramos en Mani vamos a encontrar pueblecitos que ya estén al borde del mar o colgados de las laderas, muestran una de las peculiaridades de la arquitectura tradicional de esta zona. Aquí no encontramos esas casas pintadas de blanco y azul tan características de tantos lugares de Grecia, aquí abundan las torres de piedra, estructuras defensivas donde una familia podía hacerse fuerte en caso de un ataque pirata o una invasión enemiga. O también para defenderse del vecino de al lado, que parece que el ataque no tenía que venir necesariamente de muy lejos. Es imposible marcar una ruta porque continuamente vamos a ser seducidos por los desvíos. El paisaje sobrecoge y asombra desde el principio, y nos detendremos mil veces para admirar el paisaje, tomar fotos y descubrir un lugar atractivo en alguna ladera que nos hará tomar un desvío imprevisto. No hay muchos lugares para comer en esta zona así que recomiendo llevar comida y agua y así podremos elegir cualquiera de estas paradas para un almuerzo que quizá sea espartano en lo material pero que sabe a gloria disfrutando del aire, la luz, las montañas y el mar.

Bandada de estorninos en el Peloponeso (29-12-2017)
Bandada de estorninos en el Peloponeso (29-12-2017) | Agencia EFE

El cabo Ténaro era el extremo de todo y en varios sentidos

Por un lado es el extremo meridional de la Grecia continental. Pero además, allí está, según Ovidio, la puerta al infierno por la que Orfeo descendió en busca de Perséfone. La carretera acaba un poco antes, cerca de un templo dedicado a Poseidón ya que en esta zona los naufragios eran frecuentes. Peroeste lugar funcionaba también como un santuario dedicado a los muertos. Hasta este remoto lugar peregrinaban los asesinos para, mediante ofrendas, implorar el perdón a sus víctimas. Este santuario es minúsculo, y encima de lo que podríamos llamar un altar hay decenas de pequeñas ofrendas, como monedas, conchas, naipes y alguna botella de ouzo. Yo por si acaso también dejé algo. Este templo está sobre un promontorio que se adentra en una bahía y forma dos pequeñas ensenadas, una a cada lado, al fondo de las cuales hay dos playitas irresistibles y donde un baño alegra la vida. Para llegar hasta este fin del mundo hemos pasado por Vathia y ahora en el camino de vuelta otra vez pasaremos por este pueblecito que, sin duda, es el más espectacular de Mani. Todas las casas, que son de los siglos XVIII y XIX, están fortificadas y tienen torres espectaculares. Todas pertenecían a cuatro clanes rivales y por eso he mencionado que antes las torres protegían de los enemigos lejanos como de los cercanos. Las casas se sitúan sobre un espolón rocoso que sobrevuela sobre el mar que brilla allá abajo. El lugar tiene algo de arcaico, extraño, casi como un conjunto monástico que nos podemos imaginar en el Tíbet sólo que aquí está rodeado de olivos y con el Mediterráneo al fondo.

Areópoli es la capital de Mani y en algún momento habrá que pasar por allí

Poli es ciudad así que Areópoli es la ciudad de Ares, el Marte griego, el dios de la guerra. Aquí abundan las casas torre y también las iglesias. Algunas casas solariegas están convertidas en hoteles confortables y las iglesias muestran una fabulosa colección de pinturas murales. Y desde Areópoli seguimos hacia el norte y vemos que a cada kilómetro el paisaje cambia, se vuelve más amable, la vegetación aumenta y se pierde esa esencia mineral del fin del mundo. Hemos dejado el Mani laconio para pasar al Mani mesenio. El camino es lento porque la carretera sigue siendo estrecha y porque continúan las tentaciones para detenerse. Una de las constantes de Grecia es que cuando llegas a una iglesia en una población o a una ermita perdida en mitad del monte, lo más probable es que está abierta. Continuamente vamos a ver iglesias en las que entrar y maravillarnos con las pinturas murales, imágenes de santos y de reyes, de escenas luminosas que nos llaman desde el fondo de los siglos y en las que seguro que te detienes más tiempo del que habías calculado antes de empujar la puerta y descubrir que, efectivamente, estaba abierta. En Stoupa, un puertecito delicioso, de postal, Nikos Kazantzakis explotó una mina de lignito con un tal Zorbas de capataz y esta experiencia y este personaje dieron lugar a la espléndida novela que a su vez sirvió para crear la película Zorba el griego, que todos conocemos con Anthony Quinn y seguro que recordamos su baile con la música de Mikis Theodorakis. La novela se sitúa en Creta pero la experiencia vital de Kazantzakis ocurrió en Mani, y hay un pequeño monumento que lo recuerda. El libro está publicado por la editorial Acantilado. Pero en un programa de viajes debemos recordar a dos de los grandes autores de literatura de viajes del siglo XX. El primero es Patrick Leigh Fermor, que sigue teniendo una legión de seguidores. Yo llevaba en la maleta, lógicamente, su libro titulado Mani, y tengo que decir que unos santanderinos que conocí en el viaje y con los que cené una noche también lo llevaban.

Hay una ruta de peregrinación con Fermor y el destino principal es Kardamyli, un pueblecito al borde del mar. Este es el Mani más amable y vistoso, una combinación perfecta de montañas que se hunden suavemente en el mar, con playas, castillos, olivos y cipreses. La casa de Fermor pertenece ahora a una fundación y se puede visitar durante unos meses al año y efectivamente es el destino de una peregrinación de lectores. Aquí se instaló y muchos escritores venían a visitarlo. Uno de ellos fue Bruce Chatwin, otro de los grandes autores de literatura viajera del siglo XX, autor de En la Patagonia y Los trazos de la Canción. Este último título, sobre la cultura aborigen australiana, lo escribió en Mani.

Teatro Epidauro, Grecia
Teatro Epidauro, Grecia | Historiaart

El lugar atrae especialmente a los escritores y esta zona está llena de referencias literarias

Tanto Fermor como Chatwin era, además de ricos, cultos y grandes escritores, dos estetas que sabían apreciar la belleza de esta región de Grecia. Cuando Chatwin vio cerca su fin pidió a Leigh Fermor que enterrara sus cenizas en el lugar que considerara oportuno. El lugar elegido fue junto a la iglesia de Agios Nikolaos en Chora, una aldea allá en lo alto a unos 8 kilómetros de Kardamyli. Considerando el buen gusto que demostró Fermor en su vida hay que darle un voto de confianza y subir hasta ese lugar aunque no tengas especial devoción literaria por Chatwin. Chora es un pueblo diminuto, alargado, que cuelga sobre una cresta que sobresale de la montaña. En un extremo, rodeado de olivos, como el mascarón de proa de la aldea, la iglesita domina todo el Mani mesenio. La historia dice que Leigh Fermor y otros subieron hasta allí, enterraron los restos al pie de un olivo y brindaron con retsina, el vino local, en una ceremonia fúnebre, como la que llevó a cabo Aquiles con Patroclo en la Ilíada, pero alegre en recuerdo de los buenos tiempos vividos en común. La historia también dice que no se sabe bajo qué olivo lo enterraron porque bebieron tanto que luego no se acordaban. En cualquier caso, el lugar es espléndido en su sencillez: una ermita, unos olivos, y la ladera que se hunde en el Mediterráneo, que reluce allá a lo lejos.