IRÁN

Persépolis, el esplendor de la antigua Persia

El gran recinto arqueológico de Persépolis es una de las glorias del antiguo imperio aqueménida. Sin duda, es uno de los destinos fundamentales de cualquier viajero que recorra Irán, pero sobre todo es uno de esos lugares míticos que sueñan conocer todos los aficionados a la Historia.

Ángel Martínez Bermejo

Madrid | 04.08.2024 14:04

Persépolis es uno de los grandes monumentos de las antiguas civilizaciones de todo el mundo y fue, junto a la gran plaza de Isfahan, uno de los primeros lugares de Irán que la Unesco inscribió en la lista del Patrimonio Mundial, hace ya 45 años. Y, por encima de todo, es uno de esos recintos que tiene algo de mítico, de los que te gustaría conocer en sí mismo, con independencia del lugar en el que se encuentra y de otros posibles destinos turísticos cercanos.

Esculturas en la antigua ciudad de Persépolis
Esculturas en la antigua ciudad de Persépolis | Pixabay

García de Silva y Figueroa, el extremeño que identificó y describió Persépolis

Es sabido que Persépolis fue destruida por un incendio provocado por el ejército de Alejandro Magno durante su campaña de conquista de Oriente. El lugar cayó en el olvido y apenas unas pocas estructuras y columnas sobresalían sobre el manto de cenizas.

Dos mil años después de la llegada de Alejandro, en 1618, apareció por el lugar don García de Silva y Figueroa, extremeño de Zafra, que fue el primero que identificó los restos que destacaban en este desierto pedregoso con la espléndida Persépolis de la que hablaban algunos autores clásicos como Diodoro de Sicilia o Plutarco. Fue el primero que los estudió, aunque fuera muy someramente, y el primero que destacó su importancia. Sus hallazgos los describió en una carta al marqués de Bedmar, que fue traducida a varios idiomas europeos y tuvo una gran difusión. Luego volvió a escribir de Persépolis en su gran obra, "Comentarios", en el que describe sus viajes.

García de Silva fue un gran viajero, un humanista que fue soldado pero también historiador, geógrafo y naturalista. Fue enviado por Felipe III a la corte de Abbás I, el rey safávida. La idea era la de siempre: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. El rey español quería que Abbás se uniera a la confederación de fuerzas europeas contra el imperio otomano. El turco impedía todo contacto directo con los persas, pero como Felipe III también era rey de Portugal, envió a Silva por el camino más corto posible, circunnavegando toda África con destino a Goa, en la India, itinerario que los españoles habían tenido prohibido desde el Tratado de Tordesillas. Desde Goa pudo llegar a Ormuz. En su viaje, antes de encontrar al monarca safávida, recorrió buena parte de Persia. Fue su espíritu humanista y erudito el que le hizo desviarse del camino para conocer esas ruinas de las que le habían hablado y que le maravillaron. Pudo apreciar la verdadera importancia del lugar, a pesar de que una parte del conjunto estaba bajo una capa de dos o tres metros de ceniza, el resultado del incendio originado por los soldados macedonios. Eso lo vemos en las fotos de las excavaciones arqueológicas de hace cien años que realizó el Instituto Oriental de Chicago. Silva tomó muchas anotaciones y mandó que hicieran dibujos de algunos relieves, como el del león que devora al toro y de algunas líneas de la escritura cuneiforme. Aunque ya había noticias de este tipo de escritura, la suya fue la primera descripción que se conoce.

Relieve persa león devorando al toro, Persépolis
Relieve persa león devorando al toro, Persépolis | Pixabay

A Persépolis desde Shiraz, donde jardines, poesía y religión se dan la mano

Podemos visitar Persépolis partiendo de un punto evidente, la ciudad de Shiraz, que también será otra de las etapas de nuestro viaje iraní. Shiraz es famosa por su ambiente tranquilo y sus jardines. En varios de ellos encontramos tumbas de algunos poetas persas importantes, como Saadi, Kermani y, sobre todo, Hafez. Hafez vivió en el siglo XIV y es especialmente venerado en Irán, país en el que la poesía es realmente apreciada y muchas avenidas de las grandes ciudades están dedicadas a los poetas más importantes. Vas al mausoleo de Hafez y ves que mucha gente va como en peregrinación. Es muy normal que vayan personas en alguna situación compleja y una vez allí, abran un libro de sus poemas y el que aparezca al azar se considere una guía certera para resolver ese problema que puedan tener.

Mausoleo del poeta Hafez en Shiraz, Irán
Mausoleo del poeta Hafez en Shiraz, Irán | Unsplash

Persépolis está a unos 60 kilómetros de Shiraz y la manera más sencilla es hacer la visita contratando una excursión con guía. También, simplemente, puedes coger un taxi porque el precio del transporte es muy barato. Otra opción es contratar un taxi para ir a otro destino, por ejemplo a Yazd, con la condición de que te esperen en Persépolis durante la visita, y luego continuar el viaje.

Mujeres en mezquita en Shiraz, Irán
Mujeres en mezquita en Shiraz, Irán | Pexels

Cita con la Historia en la antigua ciudad de Persépolis

A pesar de su nombre, Persépolis no puede considerarse una ciudad en el sentido convencional de la palabra. Su papel sería el de capital ceremonial del imperio, donde se realizaban las grandes ceremonias del Año Nuevo, en el equinoccio de primavera con asistencia de súbditos venidos de todos los rincones del imperio. Este centro ceremonial fue mandado construir por Darío el Grande en 515 antes de nuestra era y fue continuado por Jerjes I y Artajerjes I. Al no ser una ciudad, lo que se construyó aquí fueron inmensas salas de audiencias y ceremonias, almacenes de tesoros, residencias militares y palacios, uno por cada rey que participó en la construcción del conjunto. Todos los edificios y su decoración, que debía de ser riquísima, estaban diseñados para las ceremonias que se desarrollaban en ellos una vez al año. Así encontramos los relieves de leones que atacan toros, que representan al año nuevo que devora al viejo, pero también hay rosetas solares, árboles de la vida, banquetes festivos y la entrega de regalos al rey de reyes. Se dice que los soldados de Alejandro, cuando iniciaron el fuego, sólo querían destruir el palacio de Jerjes como represalia por el incendio que este emperador había causado en Atenas un siglo y medio antes.

Relieves en Persépolis
Relieves en Persépolis | Pexels

En la actualidad sólo podemos ver una pequeña fracción del antiguo esplendor de Persépolis, pero hay que tener en cuenta que el conjunto se destruyó hace más de 2.300 años, con lo que casi sorprende que quede algo. Lo primero que impresiona es la gran terraza sobre la que se encuentra, en parte natural y en parte artificial, que se alza justo donde la llanura se encuentra con la montaña. La parte artificial forma una verdadera muralla y la entrada se hace por una gran escalinata doble. El muro que está entre ambas escaleras estaba completamente cubierto de relieves, que ahora se encuentran en el museo de Teherán. Una vez arriba se llega a la Puerta de las Naciones, con grandes estatuas, en las que destacan dos lamassu, que son esos seres mitológicos con cuerpo de toro o león, alas de águila y cabeza humana que eran divinidades protectoras ya que aterrorizaban a los enemigos y a los espíritus maléficos. Son unas figuras de origen asirio que nos hablan de esas antiguas civilizaciones mesopotámicas y nos dicen claramente que estamos frente a un mundo diferente al nuestro, el de Oriente. Es el Oriente que perdió ante Alejandro, pero tal vez podríamos pensar qué hubiera pasado si el imperio aqueménida hubiera destruido al ejército macedonio y realmente Asia hubiera conquistado Europa. Aquí estamos en uno de los lugares donde la Historia jugó un match point tomando un rumbo que bien pudiera haber sido otro muy diferente.

Persépolis, Irán
Persépolis, Irán | Pexels

La Puerta de las Naciones es como la entrada a otro mundo, primero por el inmenso tamaño de estos seres que nos hacen sentir muy pequeños. El propio García de Silva escribió que eran más grandes que elefantes. Y porque aquí todo es una mezcla de estilos surgidos en diferentes rincones del imperio aqueménida, todos originados, para nosotros, más allá del Bósforo, pero superando a todos, ya que lo que vemos es más racional y gracioso que la obra de los hititas y más lúcido y humano que la de los egipcios. Además, como buena parte del conjunto está destruido hay mucho campo para la imaginación, para que realmente construyamos nuestra propia Persépolis.

Primer plano de relieve en Persépolis
Primer plano de relieve en Persépolis | Pixabay

Persépolis, la fiesta del relieve

De Persépolis siempre nos han llamado la atención los relieves, que nos llevan a esa Antigüedad. Están en el Museo de Teherán los de la primera escalinata, pero permanecen en Persépolis los relieves de las dos escalinatas que suben hasta el Apadama, que fue la gran sala de audiencias y son el triunfo de la escultura aqueménida. En ellas vemos el disco alado que representa a Ahura Mazda protegido por dos esfinges y los leones que atacan a los toros. Impresionan las filas de personajes, todos masculinos, que representan a los diferentes pueblos sometidos al rey de reyes, etíopes y nubios, libios y árabes, indios y partos, jonios y capadocios, escitas y asirios, babilonios y armenios, todos perfectamente identificables por sus rasgos, sus ropajes y los regalos que ofrecen.

Relieves ascendiendo en la escalinata de Persépolis
Relieves ascendiendo en la escalinata de Persépolis | Pixabay

También hay nobles persas y medos, que aparecen relajados, hablándose entre ellos, cogidos de la mano a veces. Este contraste con la gran pompa imperial resulta sobrecogedora, y desde luego estos relieves están entre las obras de arte más emotivas que he podido ver en cualquier parte del mundo.