El cróquet es un pariente lejano del golf cruzado con el billar donde, al aire libre, sobre un campo de hierba, los participantes, que pueden jugar uno contra otro o en equipos por parejas, deben aunar estrategia y habilidad para, con un mazo largo de madera, golpear las bolas sobre la hierba y hacer que pasen bajo un circuito de aros clavados en el terreno. Quien más bolas cuela por debajo los aros, gana.
Se ve muy “british”, con los jugadores vestidos todos de blanco entre el verdor de la campiña.
El croquet nació en Francia en el siglo XVI, es en Reino Unido y en las antiguas colonias británicas donde más se practica. Desde Nueva Zelanda hasta la India. Pero, como decías, en España está en pleno boom. La Federación Española de Croquet se fundó a mediados de los 90, aunque ha sido en los últimos dos o tres años cuando las pistas donde practicarlo han comenzado a multiplicarse cual champiñones. Decenas de clubs de golf han añadido ya campos de cróquet dentro de sus instalaciones, y la cosa va a más. Arrancó principalmente en Andalucía, que tiene todo el sentido por la cantidad de campos de golf que hay allí y su buen clima. Luego llegó a Madrid. Y luego fue extendiéndose también al norte de España; a lugares tan verdísimos como el Real Aeroclub de Santiago.
Es mucho más fácil el cróquet que el golf
Como en el golf, estás disfrutando de echar unas horas al aire libre con tus amigos, o sea que aúnan el deporte con el aliciente social. Pero mientras al golf tienes que dedicarle años para jugar mínimamente bien, el cróquet lo pillas mucho antes y disfrutas desde el primer momento. Desde el Real Aeroclub de Santiago se puede combinar una zona mucho más secreta de la Galicia interior y ganadera, aunque muy próxima a Santiago. Por allí sería un pecado dejar de visitar Ponte Maceira, una aldea de poco más de 60 habitantes a orillas del río Tambre que pertenece y no por casualidad, a la red de pueblos más bonitos de España.
También muy cerca puedes echar la mañana caminando entre el monte por su ruta de los pazos, que es otra preciosidad y para comer, tranquilo que ya llegamos a lo gastro, te espera toda una sorpresa en el pueblo de Santa Comba. En él, tan apartado de las principales rutas turísticas, el restaurante Costiña celebra en 2024 sus 85 años de historia, como nos contaba Manuel Costiña, la tercera generación al frente de este hoy restaurante con estrella Michelín que nació en la década de los 30 como una humilde casa de comidas y hoy recibe clientes de medio mundo. Un restaurante con estrella Michelin y 2 Soles Repsol de lo más insólito.
Desde que el padre de Manuel cambiara de arriba abajo el concepto de casa de comidas y empezó en esta esquina remota de Galicia a hacer algo que en los 80 no hacía nadie en España, para comer te van pasando por tres ambientes de la “trastienda” que habitualmente no ves en un restaurante convencional: por el cuarto frío, donde te recibe el chef con un primer bocado y te va explicando la experiencia que tienen preparada; por el área de panadería mientras ves en acción a los cocineros, que hasta hacen su propio pan y está, todo sea dicho, para ponerle un piso; pasas, cómo no, por la bodega.
El plato fuerte te llega, claro, ya sentado en la sala principal, donde se priman los productos de temporada y km 0 trabajados con un toque de vanguardia pero sin delirios, como presume Manuel Costiña y tras los postres te instalas en un salón para las sobremesa donde nunca hay prisa. Me contaba Manuel que a veces, a eso de las dos de la mañana, tienen que empezar a sugerirle a los clientes que va siendo hora de irse a la cama.
Precisamente por lo tarde que se les hace y la pereza de coger el coche a deshoras, encima si te has tomado un par de copas, este verano inauguraron el último proyecto de esta empresa familiar empeñada en impulsar la economía local atrayendo visitantes a la zona. Porque el pasado julio estrenaron Retiro Costiña, un hotelito a las afueras de Santa Comba con sólo siete villas que, vale, baratas no son, pero para darse un capricho o una celebración especial no tienen precio. Separadas unas de otras por caminos de tierra y con una arquitectura de blancos luminosos y cristaleras con vistas al bosque, se trata de siete casitas ovaladas, como los castros celtas de la zona en los que se inspiran, pero castros celtas del más rabioso siglo XXI. El lugar es un espectáculo y por si no bastara con el nivel de su restaurante en el centro del pueblo, allí mismo, en la casita central del Retiro Costiña, la cocina es también "telita".
Arrancas el día con un desayuno gastronómico con siete pases
Pases en los que incluso han recuperado alguno de los platos con más éxito de la antigua casa de comidas. Para desayunar sin prisas, sí y a la hora que quieras, porque como son solo siete villas te lo hacen todo a la medida y cuando te apetece. Y si por este desayuno gastronómico van desfilando tantas delicias que echas fácil hora y pico, a la noche, si no quieres salir del hotel, podrías hacer algo tan poco convencional como una cena maridada con cervezas. Y tienen más proyectos en marcha. Le van a añadir piscina, centro de bienestar, masajes y demás. O están en marcha propuestas con empresas próximas de la zona, desde el Real Aeroclub de Santiago donde iniciarse en el golf o el cróquet, hasta empresas de multiaventura o rutas culturales sea por las inmediaciones o ya más lejos, pero accesibles en el día, como la preciosa Costa de la Muerte.