Adentrarse en La Selva de Irati desde el valle de Aezkoa, es sin duda una gran experiencia porque es de las áreas más espectaculares para visitar en España. Sus espesuras y praderas fueron el lugar de caza de los Reyes de Navarra en la Edad Media, el campo de batalla de mil guerras medievales también fue refugio de contrabandistas y la vía de escape de aviadores y de perseguidos en la II Guerra Mundial. Así que para empezar, desde el Valle de Aezcoa tenemos que llegar a Orbaizeta que es un pequeño pueblo con apenas 230 habitantes, al que se llega por una sinuosa carretera desde Aribe. Orbaizeta está a 800 metros de altitud así que derrocha aire puro, un cielo impecable y el preludio de las increíbles vistas de la Selva de Irati. Pero hay que seguir unos 6 kilómetros para llegar a Arrazola, la puerta natural de La Selva de Irati. Desde Arrazola empieza la ruta circular con el ascenso al mirador de Azalegi que está a 1 200 metros de altitud entre espesos hayedos, inmensos abetos, robles, arces, fresnos, y helechos. Durante el ascenso de unos 7 kilómetros se ve la importante tradición ganadera de Irati, que en estos ricos pastos alimenta la famosa vaca Pirenaica productora de una excelente carne.
En el Mirador de Azalegi la subida no parece nada fácil
Desde este mirador los Pirineos se abren paso entre una infinita gama de verdes, de cobres, de granates, de rojos, de púrpuras, amarillos, y anaranjados. Y es fascinante porque aquí te encuentras pastando caballos de cuello corto y fuerte y de robustas extremidades y que son muy sociables porque como ven a muy pocos humanos, pues no les tienen miedo. Y te digo que fueron muy importantes porque antiguamente esta caballería se utilizaba para el tiro, para la agricultura y el transporte. Bueno y después de volverte loco haciendo fotos, y descansar, comienza la bajada que lleva hacia la Ermita de San Esteban, un pequeño Santuario reconstruido a mediados del XX porque los franceses la incendiaron en su invasión. Bajamos por el camino del bosque hasta que de pronto se abre a una gran pradera que a su derecha nos adentra en otra espesura que nos devuelve de nuevo al área de descanso de Arrazola.
La magia de esta tierra está en el espíritu bosque y para encontrarla nada mejor que un paseo en otra ruta circular alrededor del embalse de Irabia, el corazón de la selva. Desde Orbaizeta se coge la NA 2030, para llegar a los pies de la presa, que fue construida en 1922 para producir electricidad y para regular el caudal del río Irati. Y una vez que se cruza la presa empieza la magia porque solo se escucha el rumor salvaje del agua entre hayas y abetos, el olor a frutos del bosque, y el frescor del río Irati. Esta joya es uno de los bosques más extensos y de mayor riqueza medioambiental, donde su frondosidad hipnotiza y su agua embelesa. Esta soberbia selva está formada por enormes robles, abetos, arces, boj, saúcos, fresnos, y tejos. Desde tiempos inmemoriales la calidad de la madera de Irati ha sido muy apreciada porque con ella se construyeron nada más y nada menos que los mástiles de La Grande y Felicísima Armada y la catedral de Tudela. Y lo más interesante es que desarrollaron ingeniosos sistemas para su transporte, o por el rio a través de complejas esclusas, o suspendida en el aire con astutos sistema de cableado. Buenos, y además de la arboleda, de acebos, enebros, endrinos, avellanos y helechos, es el paraíso para ciervos, corzos, jabalíes, zorros, martas y ardillas.
Irati esconde muchas sorpresas
La Real Fábrica de Armas y Municiones de Orbaizeta, que está perfectamente adaptada al terreno, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura industrial que además llama la atención por su ubicación, que contra toda lógica, está a sólo cinco kilómetros de una frontera enemiga francesa. La riqueza maderera, la existencia de yacimientos de hierro, plata y plomo, y la abundancia de agua, fueron claves para que Carlos III decidiera construirla en 1784 sobre la antigua ferrería medieval de Orbaizeta. Fue diseñada y desarrollada por militares de artillería para fabricar bombas de hierro, granadas y munición. Además de la fábrica estaba la iglesia, el Palacio de los jefes y las casas de los obreros. Al parecer también había una posada para los arrieros, y un pequeño cuartel de vigilancia. La fábrica de Orbaitzeta fue saqueada e incendiada por los franceses en la guerra de la Convención, destruida por los ejércitos de Napoleón en la de la Independencia, también la quemaron los carlistas, y sufrió un par de incendios fortuitos. Pero siempre fue reconstruida hasta que a finales del XIX se cerró. Hoy hay una casa rural con encanto donde venden un sensacional queso de oveja artesano. Las ruinas de la fábrica tienen mucho encanto, y aún se pueden observar algunas dependencias, además de los hornos y la ingeniosa canalización del río Legartza.
Parece que la Selva de Irati está llena de secretos, y que también se puede pasear entre la prehistoria. Otra sorpresa del Valle de Aezkoa es el magnífico conjunto de crómlechs y dólmenes que atesora. En Azpegi, a pocos kilómetros de Orbaizeta y lindando con la frontera francesa, se encuentra su asombrosa estación megalítica. Aquí hay una gran cantidad de dólmenes y crómlechs diseminados en su enorme pradera y es uno de las más increíbles yacimientos prehistóricos, que se cree que podría ser lugar de reunión, o estar relacionado con ritos funerarios y ser usados como sepulturas colectivas. En el conjunto de crómlech hay uno enorme de unos 10 metros de diámetro que tiene un gran túmulo en su interior. Junto a él están repartidos hasta dieciséis y todos en perfecto estado. Más arriba, al noreste de Azpegi, se erige a más de 1400 metros de altitud el Torreón de Urkulu, que podría haber sido construido para conmemorar la conquista de Aquitania.