Es uno de los recorridos más excitantes de España y una impresionante pasarela de vértigo. Y no hace falta irse muy lejos porque está en el corazón de Málaga, entre los pueblos de Ardales, Antequera y Álora. Y recorre el Paraje Natural Desfiladero de los Gaitanes, uno de los más descomunales fenómenos geológicos de nuestro país. Este espacio natural, de más de dos mil hectáreas, esconde un tesoro de incalculable valor ecológico. Y es que hace millones de años estas cumbres fueron un fondo marino que emergió hasta alcanzar su altura actual, y formar el Sistema Bético. Así, la fuerza de la naturaleza ha convertido los acantilados marinos en los sensacionales cañones fluviales que recorre el Caminito del Rey. Y además el Caminito del Rey resulta bonito incluso antes de llegar por la revirada carretera que lleva hasta el impresionante pantano azul turquesa Conde de Guadalhorce, presidido por la casa del ingeniero Rafael Benjumea.
Camino para los trabajadores de la presa
Este prodigio que hoy es el tercer trazado que se ha hecho en el Caminito, se construyó para que los obreros pudieran acceder a las compuertas del canal. La pasarela original se levantó en 1901 con unos simples tablones de madera adosados a la roca para entrar de manera rápida al interior de los cañones y empezar a construir el canal que atravesaría todo el Desfiladero. Pero una inundación destruyó la frágil estructura, y tuvieron que construir un segundo camino, paralelo al primero, pero a mayor altura y que llamaron Los Balconcillos. Estesegundo Camino lo construyeron marineros expertos en trabajar colgados a gran altura sobre los mástiles de los barcos de vela, que fueron empotrando railes de ferrocarril en la roca, para sostener una bovedilla de ladrillo y cemento. Y este segundo camino fue el que Alfonso XIII recorrió en 1921 durante su viaje oficial para colocar la última piedra de las obras hidráulicas de El Chorro. Y desde entonces empezaron a llamarlo El Caminito del Rey y pasó a formar parte de la vida cotidiana de la localidad de El Chorro y alrededores. Lo transitaban desde los niños para ir al colegio, hasta familias enteras para atajar, por este paso entre montañas, en sus desplazamientos entre los pueblos de los alrededores.
Hace más de 100 años que se realizaron estas obras faraónicas
Si hace más de 100 años fueron marinos colgados del desfiladero los que montaron un sendero de madera primitivo, hoy el I+D ha sido el protagonista con el uso de drones y láser de punto para medir con precisión las distancias, y la pericia de alpinistas que ensamblaron las piezas que un helicóptero les traía desde el aire. El puente se tardó tres años en diseñarlo y uno en construirlo y se utilizaron 15.000 tablones de madera, 1.500 metros de malla metálica de acero inoxidable trenzado y trabajaron 12 alpinistas, cerca de 20 operarios, muchos técnicos de I+D y el piloto del helicóptero. El titánico trabajo de recuperación ha sido galardonado en los Premios Unión Europea de Patrimonio Cultural Europa Nostra por la magnífica obra de ingeniería realizada para solucionar el deterioro gradual desde su construcción, y por el innovador sistema constructivo que ha dejado intacto parte del camino original dentro de un paisaje realmente impresionante.
Una ruta de vértigo entre un paisaje fascinante
La ruta discurre por el impresionante Paraje Natural Desfiladero de los Gaitanes, sobre la pasarela colgada de las paredes verticales sobre el río. Y tiene un recorrido de 8 kilómetros, que se realiza en unas cinco horas. El recorrido se inicia junto al edificio que contiene los transformadores eléctricos y un poco más adelante, está la antigua Presa y Central de Gaitanejo, construida por el ingeniero Benjumea y admirada por Alfonso XIII. A partir de aquí, las montañas empiezan a cerrarse a nuestro alrededor hasta convertirse en una hendidura donde arranca la magia del excitante Caminito del Rey.
Con el sonido del río Guadalhorce empieza el espectáculo de cañones, barrancos, precipicios y paredes de roca vertical donde sobrevuelan águilas reales y buitres leonados y por delante, empiezan varios kilómetros por el sendero más peligroso del mundo.
El primer cañón, el de los Gaitanejos, es el más estrecho de todos y la parte inferior de las gargantas, estrechas y serpenteantes, son todo un espectáculo para el oído, la vista y el equilibrio. Aquí están las llamadas escaleras de chocolate por las que se puede bajar para ver de cerca el lago y una pequeña cavidad donde se ha encontrado una espina de salmón usada como aguja por cazadores del Neolítico. En la parte final de este primer cañón, bajo sus pasarelas, se ven los restos de la primera estructura metálica usada para las obras del canal y la línea férrea que desde 1865 permitió a Málaga salir de su cerco montañoso. Y más adelante se mantiene el impresionante puentecillo que originalmente unió el ferrocarril y la pasarela y que servía como descargadero de material. Aquí fue donde Alfonso XIII terminó su visita real al Caminito del Rey, que no recorrió en su totalidad, solo hizo un pequeño trecho.
Antes de llegar al segundo cañón hay una gran valle, un circo de montañas que acoge un valle, que parece encantado. Es el Valle del Hoyo y discurre en paralelo a las antiguas canalizaciones. Es el lugar ideal para descansar, tomar un tentempié y disfrutar de las ruinas de la Casa del Hoyo, que estuvo habitada mucho antes que las obras del Caminito del Rey y donde se han encontrado cerámicas medievales del siglo XIII por lo que se cree que allí hubo una construcción anterior. Y de aquí nos vamos al último tramo.
El balcón de cristal y el puente colgante es apto para valientes
El último gran tramo resulta impactante y sobrecogedor. A más de cien metros sobre el nivel del río, el recorrido serpentea pegado a las paredes del desfiladero. Y sí, uno de los puntos fuertes es el balcón de cristal que sobresale de la pasarela, y que no es apto para cardiacos porque su base de cristal transporta al vacío. Más adelante se pueden observar un fósil de ammonites que demuestran la procedencia marina de estas montañas, que hace millones de años fueron auténticas playas jurásicas. Siguiendo la pasarela se llega al emblemático y vertiginoso testimonio de lo que fue la estrecha y profunda antigua pasarela. Y pasada una placa en recuerdo a unos deportistas que perdieron la vida en este lugar, asoma el otro plato fuerte de El Caminito del Rey, el antiguo puente acueducto.
Un puente colgante que solo con verlo en fotografía da bastante miedo
Es un puente volado a más de 100 metros sobre el río, que desde 1 904 sirvió para cruzar el agua de una vertiente a otra. Y en paralelo reluce el nuevo puente colgante de acero, que con más de 34 metros de fondo, nos llena el estómago de mariposas con solo pensar que debemos cruzarlo. Entre vértigo y movimiento, desde la rejilla del puente colgante se el abismo que hay bajo nuestros pies, un momento lleno de magia por el sonido del agua al caer, el planeo de los buitres, el leve balanceo del puente, el vacío, y la grandeza del hombre por acometer esta sensacional construcción que vuela sobre la nada. Hay que recordar que este puente lo ensamblaron alpinistas con las piezas que un helicóptero les traía desde el aire.
Cruzarlo es una aventura, pero llegar al otro lado, es un alivio
Es como una sensación mágica de haber caminado por el cielo. Y superada la adrenalina y emoción de cruzar el puente colgante de acero, llegamos al último tramo de pasarelas desde donde se aprecian las montañas de las Mesas de Villaverde que conservan restos arqueológicos de Bobastro, la ciudad de los cristianos rebeldes enfrentados a los emires de Córdoba. El Caminito del Rey termina por encima de la línea férrea, que se rebasa por encima por unas empinadas escaleras, y tras su dura subida, se alcanza tierra firme. Un suave y agradable paseo nos lleva hasta el control de salida en Álora frente a las aguas calmas del embalse de El Chorro.
Como recomendaciones hay que llevar ropa cómoda, calzado deportivo cerrado, agua, algo de comida en una mochila y cámara de fotos y prismáticos. No es apto para niños menores de 8 años y se desaconseja a las personas que padezcan vértigo. Ah! y disfrutar de los embutidos serranos, los pescados frescos, el gazpachuelo malagueño, las migas, la porra antequerana, la prensa ibérica, y los vinos malagueños. Y por supuesto, después del Caminito del Rey hay que visitar la Cueva de Ardales, es imprescindible.