Ya ha empezado la temporada de cruceros antárticos. La mayoría de los visitantes parte de los dos puertos más australes de América: Ushuaia, en Argentina, y Punta Arenas, en Chile. Les esperan casi dos días de navegación hasta alcanzar las primeras islas que se consideran parte de la Antártida, las Shetland del Sur, y un día después, las costas e islas cercanas del noroeste de la península antártica. Entre noviembre y marzo las temperaturas son más cálidas, la luz del día dura más y los niveles de hielo se encuentran en el punto más bajo. Es en esta temporada, en el verano austral, cuando la península posee un paisaje más variado, con fiordos, rías que conducen hasta los glaciares y playas.
Paradas de ensueño
En tierra espera el pasaje de Drake, el mar más tormentoso del planeta, el único que suele sufrir una gran tormenta cada 36 horas, el que registra con más frecuencia olas de diez metros de altura. Lleva el nombre de Francis Drake, que navegó por estas aguas entre 1577 y 1580. Pero no en todos los mapas. En algunos se le llama Mar de Hoces, en honor al español Francisco de Hoces, capitán del San Lesmes, que llegó a estas aguas empujado por las tormentas en 1526. Los cruceros que viajan a la Antártida cruzan este mar de forma segura. Segura pero incómoda porque es fácil que el movimiento del barco provoque más de un mareo, nada que no se pueda combatir con pastillas o con parches.
Hay una opción reciente muy minoritaria que es volar desde Punta Arenas a la isla del Rey Jorge, en las Shetland del Sur, a un aeródromo chileno construido en 1980 para dar servicio a las bases científicas. En la temporada pasada, 2023-24, hubo 200 vuelos en esta línea, entre Punta Arenas y las Shetland del Sur. Son las primeras islas, el primer lugar de la Antártida, donde vamos a descender del barco.