Hoy queremos hablar de la guerra: de una que no existe aún, que los ciudadanos de la Unión Europea vemos como una amenaza entre muy lejana e inexistente, pero de la que llevan una semana hablándonos personas tan principales como Úrsula Von der Leyen, Emmanuel Macron y, esta misma mañana, Putin, en su discurso sobre el estado de la nación.
Primero fue Macron, así en modo estadista en guerra, el que jugó a despertar conciencias europeas ante la posibilidad bélica en suelo europeo. Siguió Ursula von der Leyen, volviendo a ese principio latino de que "si queremos paz hay que prepararse para la guerra": guerra, por cierto, que dijo que no era imposible. Y esta mañana, Putin ha recordado, sin anestesia, que Rusia tiene armas capaces de alcanzar objetivos en Occidente.
Así que nos hacemos preguntas: ¿hasta que punto estamos tomando suficientemente en serio estas advertencias bélicas? ¿Viven las sociedades occidentales ajenas por completo a ese riesgo? Putin presumía hace unas horas de los ciudadanos rusos que se entregan a su país: solo le faltó decir, aunque estaba implícito, que no era el caso de las blandas sociedades occidentales, que ni siquiera tienen hijos y se dirigen, textualmente, "hacia la degeneración y hacia la extinción"
¿Hay que vivir de espaldas a esa amenaza? ¿Por qué hemos descartado que podamos vivir una guerra en suelo europeo? ¿Cómo reaccionaría la vieja Europa del Bienestar ante una guerra?
