Aunque muchos se sorprendan, hoy es día de duelo para el sector más recalcitrante del independentismo catalán. Los que vivimos en Cataluña y les oímos - o les leemos - sabemos de su desolación, porque entienden que la amnistía es el fin definitivo del procés y la vuelta al marco constitucional español.
En realidad, buena parte de la prensa europea ha interpretado que Puigdemont ha renunciando al referéndum a cambio de esta amnistía. Al texto final de la ley, que es esencialmente el mismo que Junts rechazó hace un mes, se han añadido, eso sí, matices importantes: ahora solo quedarían excluidos de la medida de gracia los delitos de terrorismo según las directivas europeas, los de malversación si es con enriquecimiento personal y la traición en el caso de tratarse de una amenaza efectiva y real.
En un tiempo polarizado no hay forma de debatir este asunto con la serenidad que merece. Para el gobierno y todos sus socios, (mayoría absoluta en la cámara, por cierto), la amnistía es cerrar la etapa de confrontación y volver al diálogo: para la oposición es una aberración, un despropósito que esperan que pare Europa: la misma Europa y su normativa sobre terrorismo a la que se acoge la Ley de Amnistía del Gobierno.
Como ven: o lo uno, o lo otro. Alguien esta equivocado. Solo falta algo de tiempo para comprobar quien tiene razón. Mientras, el tiempo discurrirá y arrancará la legislatura, y pronto habrá elecciones en Euskadi, en Europa, un poquito más tarde en Cataluña... Y ahí volverá todo a interpretarse, cada cual con la sardina pegada a su ascua.
¿Es el fin de la inestabilidad? ¿Es el arranque de la legislatura?¿ O es solo el principio de mas inestabilidad?