Bastará con que alguno de esos reclusos muestre por escrito su renuncia a la violencia y el abandono de la organización terrorista para acceder a un programa de educación y reinserción, cuya principal ventaja será el acercamiento a cárceles del País Vasco.
Es decir, el gobierno de Rajoy ha decidido enfrentarse de cara al problema, aceptar como buena la llamada “Vía Nanclares” y se propone consolidar el fin de la violencia en Euskadi.
Le esperan declaraciones duras y de incomprensión desde dentro de sus filas. Es fácil, por ejemplo, imaginar qué piensa al respecto Mayor Oreja, y una parte importante de las víctimas, pero el pasado no tiene remedio y el futuro, en cambio, hay que escribirlo con valentía y pragmatismo. No se trata de reducir la pena, se trata de acercarles a su tierra y separarles de las manzanas podridas.
Los sectores más extremos del partido no se lo perdonarán, y muchas víctimas, tampoco.
Lo imperdonable, sin embargo, hubiera sido no alimentar por inmovilismo o miedo a las reacciones, una paz que hay que asegurar y blindar.
Si el ministro del Interior acusa hoy una cierta soledad, le recomendamos la frase de Montoro de ayer: “le llaman soledad pero es solo mayoría absoluta”. Pues eso. El asunto dará mucho que hablar y escribir.