Nada ha cambiado desde el 20 de diciembre, los resultados son los mismos por muchos días que pasen, pero precisamente por eso hacerse el muerto tenía fecha de caducidad como estrategia.
En los próximos días veremos y hablaremos de Pedro Sánchez, de su equipo negociador, de sus encuentros con todas las fuerzas políticas y asistiremos a múltiples especulaciones aritméticas. El líder del PSOE ha sobrevivido a su defunción anunciada, ha pasado la cuarentena y se encuentra en el centro del escenario. Nadie podrá negar que no se ha trabajado la suerte. Nadie puede asegurar que no vaya a estrellarse, pero aún en ese supuesto, ha colocado a su partido en mejor lugar del que hubiera quedado de arrojar la toalla.
Rajoy ha perdido la oportunidad de construir y pronunciar un discurso de investidura en el que intentar desde la tribuna del Congreso lo que la aritmética le niega.
Iremos viendo. A Sánchez, como dice David Trueba, se le está poniendo cara de presidente. A Susana Díaz, como ha escrito el veterano cronista político Gonzalo López Alba, se le está poniendo cara de Jose Bono.
¿Y a Rajoy?. Tal vez de jarrón chino.