Pues sí, parece que se acabó la fiesta. Aunque los dos grandes partidos tienen razones para sentirse arropados electoralmente, ayer noche fíjense que no hubo fiesta de balcón. Es una señal inequívoca de que la cosa acabó entre ellos más o menos en tablas. O sea, ganó el Partido Popular, pero perdió el enésimo plebiscito sobre Pedro Sánchez.
Feijóo soñaba con un escenario como el francés, pero no pudo ser. En realidad, Macron se ha hecho un Pedro Sánchez y convoca con ansiedad unas elecciones legislativas que le pueden salir bien o muy mal. Por de pronto, los lepeñistas no podrán saborear el triunfo en Europa de ayer noche porque tienen que arremangarse otra vez para ver si revalidar ahora su triunfo en la Asamblea francesa.
Pero volviendo a España, el Gobierno resiste a pesar de cruzar cada día desde hace meses el Cabo de Hornos, ese el lugar donde los vientos huracanados y las olas gigantes han hundido muchos barcos. El del PSOE sigue a flote.
En cuanto al resultado global europeo, ganan los socios fundadores de la Europa de los derechos y los principios. Ahí están juntos PP y VOX y los liberales, esos que en España tienen la peor suerte pero que suman con conservadores y socialdemócratas en el Parlamento Europeo.
Avanza la extrema derecha, sí, sobre todo entre los barones jóvenes. Pero hay un lustro por delante para ver si se puede desactivar esa ideología cuyos abuelos y bisabuelos combatieron con su sangre y con su vida. Esa sería la mirada optimista. La otra es que la humanidad no tiene remedio. Y vuelve una y otra vez al lugar del que creíamos haber huido para siempre. Con esos resultados claros, con las reacciones de unos y otros ya expresadas, o las que llegarán, por ejemplo, la de Yolanda Díaz.
