El viernes nos despedimos diciendo que había mucho cava en la nevera esperando que Pedro Sánchez dimitiera.
El cava podrá descorcharse por cualquier otra razón, pero no para celebrar por su dimisión. No se va, se queda, y ha dicho que con más fuerza y con la intención de regenerar la vida política del país.
La verdad es que la telaraña de conjeturas que han podido leerse y escucharse hasta 5 minutos antes de su comparecencia esta mañana indica, sobre todo, la capacidad que tiene Sánchez de asombrar y sorprender a propios y extraños.
En una parte progresista de la sociedad hay un aroma a reproche por ese test de estrés al que ha sometido a todo el mundo, por mucha alegría que ese segmento de la población haya sentido esta mañana.
En cuanto al territorio de los adversarios, hay decepción y rabia. Aunque, hiciera lo que hiciera el presidente, la derecha tenía el guion ya muy escrito.