La historia es la siguiente: Cuando Mario Draghi dijo en el 2012 que el Banco central compraría deuda de los países con problemas, nada menos que 35 mil particulares alemanes -faltos de toda solidaridad, desde luego- acudieron a su tribunal Constitucional para oponerse a esa medida. Desde entonces había una especie de guerra fría entre Alemania y el Banco central europeo que hoy se ha resuelto a favor del sentido común.
Ni que decir tiene que si el Tribunal Constitucional alemán hubiera dado la razón a los demandantes nos hubiéramos encontrado ante un nuevo desafío, justo cuando Europa está digiriendo el pánico por el resultado del referéndum británico de pasado mañana.
Esto traerá cierta tranquilidad a los mercados y corta las expectativas de austeridad extrema que quisiera imponer una parte importante de los alemanes y de su canciller a la cabeza.
O sea, a partir de hoy, en caso de insolvencia de algún país, el Banco Central Europeo podrá actuar para evitar una catástrofe. Dios aprieta –Alemania, en concreto- pero su alto tribunal no ha querido ahogarnos.