El pasado 18 de abril la Asociación de Fiscales conservadores invitó a cenar al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. Eran tantos los fiscales y algunos, tan escandalizados de los términos que allí se usaron, que finalmente trascendió a los medios de comunicación. Ahora, va creciendo la bola de nieve a medida que pasan las horas.
No es la primera vez que un líder de la oposición se reúne con alguna de las asociaciones de fiscales, pero es llamativo que profesionales en activo, a quienes se les presupone una imparcialidad exquisita en el ejercicio de sus funciones, puedan posicionarse abiertamente a favor de un líder político e incluso negociar futuras derogaciones o reformas legales. Incluso sumarse a la huelga indefinida en el sector judicial, precisamente seis días después de esa cena y según muchas fuentes, sin siquiera consultar a los fiscales afiliados a esa Asociación.
Hay que reflexionar sobre este episodio y en qué grado compromete la imparcialidad que se le supone al ministerio fiscal. ¿Entra en la normalidad institucional, como dice Feijóo o es gravísimo reunirse "clandestinamente" con el líder de la oposición, como dice el ministro Bolaños?
Aunque hay que decir que muy "clandestina" tampoco puede ser una cena con medio centenar de invitados en pleno centro de Madrid en la que algunos fiscales lenguaraces dijeron en público cosas que se llevan mal con las obligaciones éticas de su negociado.