En ese documento fechado en abril del 95, Marta Ferrusola escribe de su puño y letra la siguiente misiva:
“Soy la madre superiora de la Congregación. Desearía que traspasase 2 misales de mi biblioteca a la biblioteca del cura de la parroquia. El ya le dirá dónde hay que colocarlos”. Firma, “muy agradecida” y dirige su carta a un “reverendo” que obviamente es el interventor de la Banca Reig de Andorra.
Los misales, claro, son millones de pesetas; las bibliotecas, cuentas corrientes y el que ya informaría dónde colocarlos, su hijo primogénito.
Quien conociese a Marta Ferrusola en sus años de Presidenta consorte con mando en plaza, considerará muy ajustada la definición de “madre superiora de la Congregación”. Que exista además prueba escrita –de su religiosidad y mangoneo- abona la teoría policial de que toda la familia era una organización criminal perfectamente engrasada. Según la UDEF la familia Pujol Ferrusola obtuvo un beneficio económico no justificado de 69 millones de euros en las cuentas de Andorra. O sea, “los misales” llegaban a espuertas y se movían con toda diligencia mientras “la madre priora” ejercía de gallina clueca.