Europa, y por tanto España, se enfrentan a un enorme desafío migratorio: 5 millones de personas no se realojan, escolarizan, curan, trabajan, en definitiva, viven de un día para otro en un lugar diferente del que tuvieron que huir. El despliegue de recursos, dinero y organización que eso requiere de ayuntamientos, comunidades autónomas, países… es tan grande que a día de hoy ni siquiera se puede cuantificar.
Ayer en La Palma los presidentes de comunidades autónomas pactaron un apoyo cerrado al Ejecutivo de Pedro Sánchez en la gestión de la acogida de refugiados que llegan de Ucrania. Más allá de esa solidaridad espontánea, hermosa y sincera hay una realidad que nos tienen que empezar a contar. Esta situación no es para quince días o un mes, no es una acogida temporal. ¿Cómo se va a organizar desde las diversas Administraciones la llegada de decenas de miles de Ucranianos?
En esta fase aguda en que nadie parece plantearse el futuro, solo actuar movidos por las emociones más nobles, también tendrán que contarnos la verdad. Sobre todo para conformar la opinión pública, en valores que defendemos con pasión, pero que tienen un precio. Como no somos menores de edad será bueno que nos los cuenten. Los recursos son finitos y habrá que compartirlos. Y saber que los estamos compartiendo. Si no, la solidaridad puede mutar en situaciones delicadas.