La fortaleza de las sociedades no se mide en momentos de bonanzas sino en su respuesta en las épocas de crisis. En los tiempos de vino y rosas y PIB en fase expansiva todo el sistema está convenientemente engrasado.
A las duras y a las maduras, zanja la sabiduría popular, y el sentido común. Pero la verdad es que cuando las crisis son largas y llueve sobre mojado la paciencia es un bien escaso.
En el peor momento posible cuando los precios del petróleo están disparados por la guerra y sus estrategas, un sector fundamental como el transporte decide convocar un paro indefinido a través de una organización que ni si quiera es interlocutora oficial del Gobierno pero que tiene razón en sus reivindicaciones.
El Gobierno se sentó ayer con los interlocutores habituales, la patronal, asociaciones mayoritarias del transporte y pactaron 500 millones para abaratar el gasoil. La reunión dicen, se produjo en un buen clima pero resulta que no vale de mucho porque la huelga sigue convocada por aquellos con los que no se sentó el Gobierno.
Y como ha dicho hoy el ministro de Agricultura y Pesca, Luis Planas, hombre sensato, prudente y conocedor muy amplio de su negociado, o tendemos puentes y llegamos a un acuerdo entre todos o la situación será muy complicada.
Las sociedades occidentales están abocadas a momentos de gran inestabilidad social si los Gobiernos no actúan con inteligencia y con mucha pedagogía. Putin no tiene ese problema ni Xi Jinping. En los regímenes no democráticos la ciudadanía aguanta sin rechistar y si rechista se les mete en la cárcel.
En Occidente luchamos por lo contrario, por defender nuestro modelo y nuestro pacto social y eso incluye arrimar el hombro cuando hace falta y también incluye que los Gobiernos sepan estar a la altura en cada uno de esos momentos. Y sentarse con todos, con todos. Escuchar y poner remedio.