Esta medianoche comienza oficialmente la campaña para las elecciones europeas del 9 de junio. Unas elecciones en las que muchos ciudadanos se siente poco o nada concernidos, en las que siempre y, muy especialmente esta vez, nos jugamos mucho.
La vida diaria de todos nosotros se decide en buena parte en cómo y en qué legisla el Parlamento de Estrasburgo.
450 millones de personas elegimos a los representantes que marcarán el rumbo de Europa en los próximos cinco años, a España nos corresponden 61 eurodiputados, que apoyarán, impulsarán o darán la espalda a leyes y directrices sobre medioambiente, derechos humanos, inmigración, regulación de la inteligencia artificial.
Lo grave es que hemos perdido toda esperanza de que en los próximos días se hable de esos temas en la campaña, por más que sea lo que estamos decidiendo. Si se dan cuenta, da igual qué tipo de elecciones sean, aquí siempre tenemos en la conversación pública las mismas baratijas electorales. Tres o cuatro temas gastados, cuando no superados, a los que llevamos meses dando vueltas.
Esos asuntos que se han hecho bola, ocultan la relevancia de lo que de verdad nos jugamos el 9 de junio.
