Ayer Trump salió del hospital y regresó a la Casa Blanca con una puesta en escena digna de reality show: helicóptero, música épica y gestos tan poco sensatos como quitarse la mascarilla y recomendar a los norteamericanos que "no tengan miedo del virus, que sigan con su vida porque tienen las mejores medicinas del mundo".
Unas medicinas, que, por supuesto, no están al alcance de todos, puesto que el presidente ha recibido un tratamiento exclusivo que aún está en fase experimental.
Hay que recordar que ya son más de 200.000 los estadounidenses que han muerto en la pandemia, y que el virus se ha cebado especialmente con las personas con menos recursos. Tener todos los privilegios y decirle a la gente que "no tema" solo está al alcance de determinadas cataduras morales.
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