En la melodía, Rajoy ha hablado esta mañana de 217 medidas para crear una “nueva cultura de la gestión pública, o sea, administraciones más austeras, útiles y eficaces”. Esa reforma, exigida por Bruselas desde hace tiempo, pretende evitar duplicidades, simplificar trámites administrativos y rebajar la burocracia. Y claro, ¿quién puede oponerse a esos objetivos? Nadie. Pero no sabremos hasta el viernes, tras el consejo de ministros, la letra de todas esas medidas. Y si me apuran, no estaremos al cabo de la calle hasta que esté todo publicado en el BOE.
Por de pronto, se puede adivinar ya el enfrentamiento entre administración central y algunas autonomías que verán en el paquete de medidas una forma de recentralizar. “No hay ideología- ha dicho Rajoy- solo búsqueda de la eficacia”. Veremos si todos los ven igual.
Eliminar el colesterol o la grasa de la administración es una loable intención. Otra cosa es que la reforma llegue al músculo o incluso toque hueso.