No hay país en el mundo desarrollado que haya dejado algo tan vital para el presente y el futuro de una nación como es la Educación, al criterio de un solo partido político. En los países serios, la formación de sus ciudadanos es una cuestión de Estado en la que nada se aprueba sin pactos de largo alcance en el que propuestas ideológicas distintas alcanzan un mínimo común denominador. Ese mínimo es el interés general, o sea, el futuro.
La LOMCE, ley orgánica para la Mejora de la Calidad educativa, se ha aprobado esta mañana sin un solo apoyo parlamentario fuera del aportado por la mayoría absoluta del PP. La ley Wert echará a andar con la mitad de la Cámara enojada y predispuesta a su derogación a la mínima oportunidad