Solo una política europea más flexible, que otorgue mayor margen de tiempo para devolver lo que debemos, permitiría al país tomar oxígeno para encarar el futuro sobre algún cimiento más que la austeridad.
El mensaje de que la austeridad sola no resuelve el futuro sino que lo compromete es, seguramente, lo que ha provocado que la izquierda francesa haya levantado cabeza en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. No está claro que François Hollande sea el próximo presidente de la V república, aunque la “tradición” europea desde el 2008, inicio de la crisis, es el barrido de sus presidentes en cuanto los ciudadanos son preguntados en las urnas. Salvo Polonia, Suecia y Luxemburgo, no ha habido presidente que haya renovado en Europa en los últimos 4 años.
Y van 12, sin contar a Sarkozy, que tal vez remonte, si consigue aglutinar al centro-derecha y ultraderecha francesa. En la primera ronda, los vecinos prefirieron el original a la copia: de ahí el triunfo de Marine le Pen. En la segunda y definitiva, ya veremos. ¿Y a España, qué le conviene? Parece que desde luego, alguien le ponga las cosas menos fáciles a la sra Merkel. Y ése no es Sarkozy.