Ayer tuvimos el segundo y último debate de candidatos andaluces, en el que la representante de la extrema derecha volvió a cargar contra la educación sexual en las aulas, comparando a los profesores que puedan impartir esas clases con acosadores desconocidos que se pueden acercar a los niños en los parques.
El argumento es falso -el libro que agitaba Olona no era material lectivo de la Junta, como dijo-, y no era la primera vez que sucedía. En Castilla y León Juan García-Gallardo tuvo que reconocer que lo que censuró nunca había ocurrido en realidad.
El conocimiento del propio cuerpo, la educación en el respeto al otro, es deseable, necesario y forma parte de la construcción emocional de cualquier persona. ¿En quién debe recaer la educación sexual de nuestros jóvenes? ¿En las familias? ¿En la escuela? ¿En ambas? ¿O lo dejamos en manos del porno?