Vicente Romero Ramírez es uno de los nombres más reconocidos en el periodismo español. Como enviado especial ha cubierto los principales conflictos internacionales. Sus reportajes en TVE, le permitieron recorrer el mundo de guerra en guerra, hasta conseguir una larga carrera que sigue alimentando con sus libros, donde recopila y actualiza muchas de las cosas que ha vivido y nos ha contado. El último de ellos es, "Cafés con el diablo: descenso a los infiernos", donde retrata y recoge lo que le han dicho asesinos en masa, torturadores y criminales.
Según Romero, "los periodistas resistimos todas las tragedias y los horrores de los que nos toca ser testigos": "Esta profesión es una psicoanálisis fantástica, en lugar de sentarnos frente a un psiquiatra y contarle todo, se lo contamos al lector, al oyente de la radio o al espectador de televisión para sacar todas las amarguras que podamos llevar dentro".
A su vez, el periodista asegura que nos hemos acostumbrado a convertir en espectáculo lo que son las tragedias, así como a aceptar la maldad: "No podemos cerrar los ojos delante de la maldad porque forma parte del género humano. Es sorprendente la capacidad que tenemos los hombres y las mujeres para hacer el mal, para la perversión, para justificar todo lo injustificable… Es sorprendente ver que es un abismo sin fin", ha insistido Vicente.
En el libro, "Cafés con el diablo", cuentahistorias de grandes masacres, torturas y desastresy ha asegurado que cuando las cifras de víctimas se cuentan por miles y millones, acabamos aceptando el hecho de esos crímenes, así como aceptamos la pobreza y la desigualdad.
"He tenido mucho cuidado en no entrar en la descripción de torturas porque no tiene sentido entrar en ese morbo, basta con dar cuatro líneas de aplicación porque no podemos provocar tampoco la huida del lector que se satura del dolor y de la barbarie", ha confesado el madrileño.
Torturas en Camboya
Vicente Romero se tomó un café con el jefe de interrogatorios en el S-21, el centro secreto de torturas, bajo el régimen del dictador camboyano, Pol Pot.
"Lo busqué hasta encontrarlo convertido en un campesino. Fue uno de los personajes que más me han impresionado del libro porque lejos de justificarse, hablaba del miedo que él le tenía a los miembros del régimen y me decía que tenía que esmerarse en torturar lo mejor posible y en conseguir los resultados que se buscaban porque si mostraba la mínima empatía por los torturados, el mínimo gesto de piedad, podía ser interpretado como ir en contra de la revolución", ha contado el periodista.