Hace una semana que salió a la venta el libro titulado '#Cancelado', el nuevo macartismo que firma Carmen Domingo, licenciada en Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona y muy vinculada a movimientos feministas y estudios especializados.
El ensayo habla de la cultura de la cancelación y recoge muchos datos y posicionamientos que harán reflexionar al lector sobre los límites de la intolerancia. Parece que hemos asumido que el no pensar como el otro da derecho a hacer callar, borrar o invisibilizar a alguien.
Carmen explica que aunque esta cancelación "ha existido toda la vida" lo curioso es que siempre "estuvo en un marco cercano a la ideología de derechas" y el conservadurismo (la iglesia católica canceló Galileo). "Pero lo que sorprende ahora es que la cultura de la cancelación se practica desde la izquierda y es lo más preocupante", señala.
"La derecha no está cancelando y la izquierda sí", reitera la autora que opina que "vivimos en la era del hashtag y del titular y por eso mucha gente no ahonda para saber qué está ocurriendo realmente".
El revisionismo está de moda. ¿Hay que seguir viendo 'Lo que el viento se llevó'? ¿Hay que prohibir 'Lolita'? ¿Hay que quemar los comics de Tintín? Carmen tiene claro que no. "Lo que hay que hacer es dar las herramientas suficientes para que la gente tenga un juicio crítico". "Los servicios públicos deben dar un servicio educativo bueno para generar espíritus críticos", argumenta.
La cultura de la cancelación ahora se practica desde la izquierda
Uno de los problemas de la cultura de la cancelación es que "ponen en igualdad de condiciones opiniones científicas con opiniones acientíficas", asevera.
Una de las víctimas más sonados fue la cancelación hace unos años de la escritora J.K Rowling, quien dijo -textualmente-: "la biología es binaria: existen hombres y mujeres". Eso generó un gran revuelo y se extrapoló, incluso, a sus obras de 'Harry Potter' para que no se compraran.
"No se puede llamar a quemar la cultura. Lo que dijo J.K Rowling fue un juicio crítico y científico", defiende la escritora, que ve una contradicción "defender la cancelación en aras de la democracia".