Iris Permuy es la presidenta de la Asociación de Traducción y Adaptación Audiovisual (ATRAE) dedicada a los traductores y adaptadores audiovisuales y Javier Pérez Alarcón es traductor audiovisual que reflexionan sobre la situación actual aplicada a la IA generativa de traducción de voz y texto.
Los traductores e intérpretes se encuentran una situación delicada frente al incremento de la IA traductora que amenaza su trabajo. El hecho de que siempre haya habido softwares de traducción automática y que sus resultados fuesen mediocres parece haber acostumbrado a los intermediarios (clientes) a estar satisfechos con el resultado final.
Lamentan que la calidad no siempre está entre las prioridades de los clientes ni de las propias plataformas de traducción, que aunque sí cuentan con una precisión mejorada nunca podrán emular el componente creativo tan importante en la labor de la traducción. Argumentan que "alguien que no es una persona y que no tiene pensamiento crítico no es capaz de transmitir de la manera que lo haría un humano".
El habla siempre lleva implícita juegos de palabras y errores voluntarios, "matices que una máquina no puede detectar". Conformándonos con la mediocridad estamos ante una producción "plana, mediocre y carente de gracia". La labor de un traductor o "traditore", no es repetir palabra por palabra lo que otra persona dice, si no analizar el contexto en el que lo dice y traducirlo. Son matices que denotan la falta de calidad de un producto y de proyectos que se van abajo por esta situación, que los intermediarios deberían valorar.
Ahora cuentan que las empresas requieren a posteditores, para corregir a última hora lo que ha generado la IA. Pero esta labor solo requiere revisar un texto, por lo que "en tu cabeza no entra recrear" simplemente te acoges al resultado final y lo editas, más aún cuando "la paga es pequeña y termina con un resultado lamentable". Y que por "cuestión de principios nos tenemos que negar a ser posteditores".
Iris habla de una "habituación cuando te expones a textos de mala calidad y acaba atrofiando la calidad de producir. Al músculo creativo le pasa lo mismo ya que no ejercitas la calidad". Que además la traducción e interpretación de las voces, errores garrafales.
Denuncian que los motores de la IA para la traducción se alimentan robando de contenidos protegidos que luego pueden convertir con "cosas que no harías ni dirías jamás". Reflexionan sobre que la IA desde su misma concepción está mal, y que ella tanto este tipo de algoritmos no deberían poder alimentarse de estos contenidos y obras que no son suyas, "la IA no es una persona física y se diluye la responsabilidad", concluyendo con que "no hay forma ética de usarla".