Hace aproximadamente 7 millones de años, un antepasado lejano decidió abandonar las ramas de los árboles para comenzar a caminar erguido, y desarrollar progresivamente una civilización que, sin duda, ha marcado un antes y un después en el devenir del planeta Tierra.
Primates al este del Edén
Existiendo tantas especies con tantos rasgos compartidos, cabe preguntarse, ¿qué nos hace exactamente humanos? ¿La inteligencia? ¿Los sentimientos? El biólogo y catedrático en Fisiología y Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, Juan Ignacio Pérez Iglesias, ha indagado en esta cuestión en su libro "Primates al este del Edén".
El científico ha dedicado el ensayo a sus padres, que fallecieron mientras terminaba esta ambiciosa obra, que trata de indagar en torno a los límites biológicos y fisiológicos que separan a los humanos de otros homínidos anteriores a nosotros: Pérez Iglesias tiene una posición muy particular, pues considera que tanto los homos erectus como los homo neandertales se pueden considerar tan humanos como los homo sapiens.
El biólogo explica que nos parecemos en muchas cosas con los humanos de hace 2 o 3 millones de años: tenemos la cabeza muy grande, andamos erguidos, no tenemos un vello demasiado espeso, sudamos bastante, hemos incorporado la carne a la dieta...
Al contrario de lo que sucede con otros animales, los seres humanos han conseguido extenderse a lo largo de todo el globo. Según Pérez Iglesias, esto fue posible gracias a nuestra gran capacidad de adaptación como especie, así como el componente cultural que permite la comunicación y facilita la supervivencia.
¿Por qué África es la cuna del ser humano?
¿Por qué, de entre todos los rincones del mundo, los homínidos se extendieron desde el este de África? El título del libro hace referencia, precisamente, a este espacio geográfico, que en un momento de enfriamiento de la Tierra se convirtió en un territorio con menos lluvia y humedad. Esto provocó la aparición de praderas, boscajes y otros diversos paisajes en los que era más útil para la supervivencia el poder correr que trepar: por ello, sobrevivieron los homínidos capaces de desplazarse sobre las dos extremidades y que, además, aprendieron a emplear recursos nuevos como los tubérculos o la carne de caza.
"Las seguridades absolutas en ciencia no existen", ha explicado el científico en el programa, al ser preguntado sobre el momento en el que los homínidos se pusieron de pie por primera vez. Pérez Iglesias explica que la transición hacia el bipedismo fue un proceso gradual marcado por muchos factores, como el incremento de la capacidad locomotora y el control temperatura corporal.
El biólogo destaca la importancia de este último rasgo en la evolución humana, y de la capacidad de sudar que tenemos los humanos: gracias al sudor, podemos regular nuestra temperatura corporal y trabajar a temperaturas con las que colapsarían otros animales. Si tuviésemos el vello de los bonobos o los gorilas, no sería posible liberar tanto calor.
El carril lento de la vida
En la entrevista, Pérez Iglesias ha destacado un estudio que muestra como la temperatura corporal media de los norteamericanos ha ido disminuyendo con los años; esto es un síntoma de mejora en las condiciones de salud, pues la temperatura corporal aumenta para combatir infecciones y enfermedades. "Es como tener la calefacción encendida", explica el biólogo, que explica que temperaturas más bajas nos permiten invertir más energía en otros asuntos.
Para el catedrático, el ser humano circula por el "carril lento de la vida", pues tiene camadas pequeñas que tardan mucho en madurar y reproducirse. Sin embargo, considera que es una estrategia vital también efectiva, pues somos ya más de 8.000 millones de humanos los que poblamos la Tierra en la que vivieron los homo erectus y otros antepasados lejanos antes de nosotros.