Si el nombre de Roser Capdevila no les suena a los oyentes, desde luego que el de sus hijas, sí. Son colegiales de varias generaciones de más de 150 países del mundo. Catalán, vasco, portugués, español, alemán, inglés, francés, italiano, japonés, es la autora catalana más traducida del mundo, Roser Capdevila.
Roser tiene una mirada mágica sobre las cosas. Capaz de convertir la vida en cuento, también la de sus hijas, 'Las tres mellizas'. Marina Martínez Vicens explica que ella creció con ellas, con las de carne y hueso, y que para ellos, en aquella época, los de su clase las llamaban 'Las trillizas'.
Compartían pupitre durante seis años, por eso sabe que no son iguales como en los dibujos:
Teresa es morena y con el pelo lacio, no como su madre. Aventurera, respondona y carismática.
Ana tiene el pelo oscuro y ondulado, más al estilo de Roser. Es divertida, risueña y extrovertida.
Elena es pelirroja, está llena de pecas, es aplicada, entrañable y tímida.
A finales de los 70, unas trillizas eran algo insólito y todos alucinaron cuando llegaron al colegio, pero no era lo único que las hacía especiales: tenían una madre que las vestía a todo color, las tejía en los jerséis, las dibujaba en las mochilas.
Merendar en su casa era flipar con los dibujos en las paredes, con las puertas decoradas de los armarios, con esas tres camas con sábanas personalizadas por Roser. En una época en la que todo era beige o azul marino, allí se sentía como dentro de unos dibujos animados, los que años después sus propias hijas leerían y verían absortas frente a la tele.
También recuerda al padre de las trillizas, a Joan, siempre al quite, corresponsable antes de que existiera el término.
La vida de Roser son sus dibujos, que son su vida. Dibuja como quien respira, toda la vida lo ha hecho y ahora, aunque no publica, sigue contando y plasmando todo en sus cuadernos. De hecho, explica durante la entrevista que tiene un diario en el que todos los días dibuja lo que le ha sucedido y, si no le ha sucedido nada, dibuja lo que pasa en el mundo.
¿Cómo comenzó dibujando? Siendo muy pequeñita y utilizando los márgenes de un periódico: "Cuando fui creciendo, mi recuerdo es que había muy poco papel, se cotizaba mucho y mi abuelo estaba suscrito a La Vanguardia. Él me daba el periódico del día anterior y yo dibujaba muñequitos chiquititos alrededor, en los márgenes".