La Fundación Ana Carolina Díez Mahou, a la que cada año ayuda a llevar a cabo su labor la Fundación MAPFRE, tiene como misión mejorar la calidad de vida de los niños que tienen algún tipo de enfermedad neuromuscular y mitocondrial.
El director de la fundación nos lo explicaba de forma sencilla para que lo entendamos y es que, es como si la célula fuera una ciudad y la mitocondria la central eléctrica, que falla, deja de suministrar energía y hace que los músculos y algunos órganos también fallen. Y es que los niños que padecen este tipo de enfermedades necesitan materiales como andadores, sillas de ruedas y tienen dificultades para moverse y expresarse.
Por todo ello, estos niños tienen en la Fundación un abanico de profesionales que los ayudan día a día. Colaboran terapeutas, fisioterapeutas, enfermeras, psicólogos y muchos más profesionales que contribuyen a mejorar su evolución motora, neurológica y cognitiva. Hablamos con Mónica, la madre de Bruno, que ahora tiene 12 años y al que ayuda dicha Fundación.
“Los considero parte de mi familia, Bruno lleva muchos años con ellos haciendo terapias acuáticas y musicoterapia”, afirma Mónica.
Los niños, dentro de la Fundación, hacen excursiones en las que montan a caballo y los familiares se conocen, comen juntos, se cuentan sus cosas y crean comunidad. Algo fundamental, que a la madre de Bruno le cambió la vida. Una de las especialistas que tratan a los niños es Mary Martínez Gil, con ella hacen musicoterapia y nos cuenta su experiencia. “La estimulación musical ayuda a que el estímulo sonoro se convierta en movimiento”, nos cuenta Mary, “vemos como niños que no movían una mano, de repente, la mueven”.
La Fundación surgió en el 2011 impulsada por la familia de Javi, un niño con una enfermedad mitocondrial. Lamentablemente, falleció con tres años pero lo que los padres aprendieron decidieron ponerlo al servicio de otros niños con enfermedades similares. Conocimientos, contactos y energía para montar una fundación que ahora ayuda a unos doscientos niños. El padre de Javi, Javier Pérez Mínguez, dirige la Fundación. “Nunca pensé que uno de mis hijos me dejaría una herencia, una lección de vida y unos deberes que tengo que llevar para siempre”.
“La Fundación recibe el nombre de la abuela de la persona que nos ayudo a poner en marcha esta asociación”, nos cuenta Javier, y es que Ana Carolina Díez Mahou fue una mujer adelantada a su tiempo y que a lo largo de su vida siempre buscó ayudar a los demás. Desempeñó su labor, principalmente, en el ámbito sanitario dada su estrecha relación con fisioterapeutas, masajistas y enfermeras, e hizo de esta experiencia propia un ejemplo para los demás y, sobre todo, para su familia.
Para llevar a cabo todas las labores que realiza la Fundación “tenemos dos centros de referencia fundamentales, uno en Barcelona y otro en Madrid”.