Si hacemos el ejercicio de pensar en el cuchillo más antiguo que tenemos en la cocina no todos podríamos decir cuántos años tiene cada uno. ¿Ocho, diez, doce, quince? ¿Y cuántas veces lo hemos llevado a afilar? El chiflo del afilador seguro que lo hemos escuchado montones de veces, pero igual nunca nos hemos acercado a llevarles ninguna herramienta o a mirar cómo trabajan en su moto o su bicicleta.
Esta tarde, en Julia en la Onda, hablamos de este gremio, que tiene su origen en Ourense (Galicia) en el siglo XVII. José Luis Iglesias es un afilador que aprendió su oficio en Venezuela, donde emigró y encontró al que, dice, es hoy "su mejor amigo" que le enseñó a afilar. Tras varios años en Venezuela volvió a España y montó su propia empresa de afilado y cuchillería especialmente para comercios. Iglesias cuenta cómo se ha tenido que reinventar en su oficio con el paso de los años. "La base era la industria alimenticia, pero uno tiene que ir perfeccionándose, aparecen nuevos trabajos y, quizás ahora, lo más fuerte son salones de belleza, peluquerías y salones de estética".
Baldomero Santiago, a sus 77 años, es el último afilador ambulante de Ceuta, donde recorre sus calles desde hace más de 50 años. Cuenta cómo "cada afilador tiene que ser un manitas" y cómo afila directamente con la piedra. Santiago comenzó siendo pintor de coches, pero cambió de oficio por necesidad después de volver a Ceuta tras pasar unos años en Cataluña.
José Galocha es también afilador en Madrid. Fue fontanero durante muchos años, aunque tenía por hobby todo lo relacionado con machetes, cuchillos y dagas. Fue un amigo le impulsó a dedicarse profesionalmente. Trabaja en una tienda en Malasaña y cuenta cómo, a sus 52 años, no mira a la jubilación porque le encanta su trabajo.