"Los filósofos clásicos han construido una serie de estereotipos alrededor del llanto y es curioso ver como la filosofía en lugar de analizar las cosas las confirmara creando una serie de prejuicios. A los filósofos no les sienta bien llorar", explica el profesor de Filosofía de la Universidad de Barcelona Nemrod Carrasco en Julia en la onda. ¿De dónde viene esta mal imagen?
Las teorías de los clásicos sobre el llanto
"Platón, por ejemplo, no soportaba las escenas de llanto de las tragedias griegas. Decía que los adultos no pueden hacer como los niños, llorar todo el tiempo y recrearnos en las escenas lacrimógenas. El consideraba que sólo la razón puede curarnos". cuenta Carrasco. Otros clásicos como Rousseau lo consideraban "afeminado" y un mecanismo "sutil del que las mujeres pueden hacer uso para aprovecharse de los hombres". Schopenhauer, en cambio, no niega que las lágrimas no puedan despertar ternura... pero es porque nos trae un recuerdo o una advertencia. Según el alemán "la compasión no es tan altruista, si no que nos compadecemos de nosotros mismos".
Lágrimas de cocodrilo
¿Qué dirían los gestores de emociones hoy si se enfrentaran a un estoico? "Para ellos el llanto se puede fingir y por lo tanto no es válido. Séneca incluso decía que podía ser una forma de ostentación. No es solo que sintamos dolor si que tenemos necesidad de que se sepa... por eso cuando desparece el público y desaparece el llanto", nos explica Carrasco. La expresión 'lágrimas de cocodrilo' se atribuye a Plutarco... la realidad es que los cocodrilos podrían llorar mientras se comen a sus presas porque tiene las glándulas salivales y las lacrimales muy próximas.
Los estoicos eran partidarios de que se llore lo justo y en privado, porque lo contrario es "un exhibicionismo lacrimógeno". "A los hombres se nos ha exigido que no podemos llorar, excepto salvedades como cuando escuchan el himno de su país o ganan una victoria, todavía hay quien piensa que el llanto no es masculino, sino un síntoma de vulnerabilidad", cuenta Carrasco. "Si el llanto molesta a los filósofos es porque no se puede controlar", cuenta.
Pero no lo olvidemos: "Lloramos cuando el lenguaje no basta y las palabras no son suficientes para expresar nuestro dolor. Es el cuerpo el que decide, son los ojos los que hablan a través de las lágrimas". "Las lágrimas son el lenguaje mudo del dolor", aseveraba Voltaire. Y hay que desmitificar dos cosas, asegura Carrasco: "llorar no tiene porque hacernos necesariamente sentir mejor y la cuestión es saber que nos ha entrado en el cuerpo para hacernos llorar". "No siempre sabemos las razones por las que lloramos y no hay ni qué avergonzarse ni extrañarse", recuerda el profesor.