Todos tenemos secretos y generalmente lo hacemos por vergüenza, ya sea desde un punto de vista social o moral. Generalmente, son temas como infidelidades, el sueldo, opiniones políticas o gustos sexuales. El profesor Nemrod Carrasco nos explica que lo hacemos porque no nos atrevemos a pasar por "los juicios morales de los demás".
No obstante, los secretos suelen ser un símbolo distintivo de las amistades, es decir, "pensamos que cuanto más sabemos del otro, mejor relación tenemos". Se comparte la vulnerabilidad y se generan "vínculos de reciprocidad".
Pensamos que los secretos que tenemos son muy raros y distintos, pero suelen ser muy comunes: "No hay un 'yo secreto', somos iguales al resto y menos especiales de lo que nos creemos", indica.
"Es necesario soltar los secretos"
Recordamos la filosofía de Georg Simmel, que consideraba que los secretos forman parte de nuestra vida, sin embargo, "hay que saber cuando soltarlos". Así, quien guarda mucho tiempo los secretos, acaba sufriendo las consecuencias de no hacerlo público. Por ello, son "una carga de la que hay que liberarse".
Según Simmel, las personas somos actores ya que en cada sector de nuestra vida nos portamos de una forma: "No actuamos igual con nuestra pareja, amigos, compañeros de trabajo...", señala Carrasco. Además, esto se debe a que todos tenemos historias que no queremos mostrar.
Para el filósofo, los secretos son un recurso necesario en nuestra vida y "nos permite disimular aquella información que no refleja la imagen nuestra que queremos mostrar". También se plantea que deberíamos ser coherentes entre lo que decimos y lo que pensamos, aun así, lo más coherente es guardar algunos secretos.
El secretismo en las mujeres
Otra autora relevante en este campo fue Adrienne Rich, con una visión más feminista. Consideraba que muchas mujeres se han visto obligadas a "mostrarse como se esperaba de ellas". Ellas han callado muchas cosas sobre sus parejas, por ello, "lo mismo que nos protege, también nos aísla".