En este espacio, Territorio Negro, Luis Rendueles y Manu Marlasca no tienen esta costumbre y en casi setecientos programas nos han traído historias verdaderamente terribles, pero pocas como las que nos cuentan en esta ocasión: un padre, una madre, un bebé, vídeos con agresiones sexuales y propuestas aberrantes.
Empecemos por contar los detalles de los protagonistas de esta historia. Habladnos, primero, de esos padres. Él hoy está en prisión y ella ha perdido la custodia de su hija.
El padre se llama Santiago, tiene veinticinco años y nació en Venezuela, aunque lleva en España desde niño. No tuvo una infancia y una adolescencia demasiado idílicas, a tenor de las denuncias por agresiones que le puso su propia familia, pero tampoco pasó grandes ni pequeñas necesidades. Dejó de estudiar y pronto comenzó a trabajar en empleos poco cualificados: camarero o ayudante de cocina en restaurantes de comida rápida. Ella, Aiden, es una mujer de veintidós años que tenía empleos similares, aunque su ilusión era montar su propio estudio de tatuaje. Quería convertir su afición en profesión. Y pese a que se hallaba transicionando de género, en mayo del año pasado fue madre de una niña de Santiago, su pareja.
Esa familia, Santiago, Aiden y el bebé, residen en Madrid, en el barrio del Lucero, pero incluso antes de ser padre, él tiene problemas con la justicia.
En el año 2021, las autoridades norteamericanas comunican a la Unidad central de Ciberdelincuencia que Twitter y Facebook han suspendido unas cuentas vinculadas a España porque desde ellas se estaban distribuyendo imágenes explícitas de pornografía infantil. Estas compañías cuentan con un sistema automatizado para detectar y eliminar imágenes de ese tipo y dar la información al Homeland Security Investigations (HSI), que las deriva a los países de los que procedan los archivos. Así que el HSI comunica a la Policía Nacional que hay un usuario que distribuye imágenes de violencia sexual con un aberrante denominador común: las víctimas son niños y niñas muy pequeños, de menos de cuatro años.
¿Qué hace la Policía española con él?
Lo primero que hace el Grupo primero de Protección al menor, que cuenta con uno de los agentes más veteranos en estas terribles tareas, es comprobar si esas imágenes colgadas en las redes sociales eran nuevas o ya conocidas. Puede parecer increíble, pero los agentes que trabajan en esta materia son capaces de distinguir en un solo vistazo si esa violación, ese niño o esa niña ya circulaban por la red o son imágenes nuevas. En este caso era material sobradamente conocido. Hay que pensar que a la Policía Nacional le llegan unas veinte mil alertas de ese tipo cada año procedentes de distintos lugares: policías amigas, empresas tecnológicas, usuarios…
El hombre que había colgado el material en las redes sociales, Santiago, el protagonista de esta historia, fue detenido por distribución de pornografía infantil y quedó a la espera de juicio. Era su primer tropiezo con la ley, pero le puso bajo el radar de los cazadores de pedófilos, que saben que la rehabilitación de este tipo de delincuentes, especialmente cuando les gustan las aberraciones con críos tan pequeños.
En diciembre de 2022, los norteamericanos del HSI volvieron a alertar a la Unidad Centra de Ciberdelincuencia. En este caso, Twitter y Discord habían retirado material pedófilo explícito procedente de cuentas abiertas por Santiago, el mismo individuo que fue arrestado un año antes. Discord es una plataforma muy conocida entre los usuarios adolescentes, ya que permite tener conversaciones privadas mientras se juega on line. En un principio era una plataforma para gamers, pero pronto los malos también se instalaron allí. Santiago había compartido ahí y en Twitter, ahora X material pedófilo. De nuevo eran imágenes no originales, material conocido, pero algo hizo saltar las alarmas de los investigadores.
¿Qué hace saltar las alarmas de esos expertos en perseguir pedófilos por la red?
Cuando llegó la alerta del HSI que apuntaba nuevamente a Santiago, los agentes de la Unidad Central de Ciberdelincuencia averiguaron que pocos meses antes, en mayo de 2022, él y la mujer con la que convivía habían sido padres de una niña. Un aficionado a las imágenes de pederastas reincidente con una bebé a su entera disposición. Algo muy preocupante.
¿Hay padres que abusan de sus propios hijos pequeños y esos abusos se distribuyen por Internet?
Por desgracias, sí se han conocido casos así. Y no hablamos solo de países en vías de desarrollo, sino del primer mundo. Recordamos, por ejemplo, que uno de los socios de Nanysex tuvo que responder ante la justicia norteamericana porque un padre de aquel país le ofreció a su propio hijo para dar rienda suelta a sus perversiones.
Regresemos a Madrid. Allí, una mañana del mes de diciembre del año pasado, la Policía se presenta de nuevo en la casa de Santiago y de su pareja, Aiden. Han sido padres de una niña apenas seis meses antes. ¿Qué se encuentran en esa vivienda?
Los investigadores se llevaron una desagradable sorpresa. La vivienda del barrio del Lucero estaba en un evidente estado de abandono y en unas pésimas condiciones de salubridad: la cocina estaba llena de suciedad, los objetos del bebé estaban entre colillas y ceniza, había restos de consumo de cannabis por todo el domicilio y el cuerpo de la cría tenía hasta arañazos de un gato que andaba por la casa. Junto a la pareja y el bebé residía una mujer transexual y un hombre venezolano, que pagaban por sus habitaciones.
La Policía entonces avisó a los servicios sociales de la Comunidad de Madrid del estado en el que se encontraba la niña, que fue trasladada a un centro de menores. En la actualidad, los abuelos paternos de la niña tratan de quedarse con su custodia. Además, la Policía comprobó que, en efecto, Santiago había distribuido imágenes pornográficas de menores desde sus dispositivos, tal y como comunicó el HSI. Así que la Policía se llevó su teléfono y su ordenador. Él pasó unas semanas en prisión, acusado de posesión y distribución de pornografía infantil, y ella, la madre de la bebé, comenzó la batalla para recuperar su custodia, porque nada tenía que ver, o eso parecía, con las actividades delictiva de él.
Un agente del grupo primero de protección al menor de la unidad central de ciberdelincuencia pasó varios meses analizando el teléfono, con el convencimiento de que allí dentro tenía que haber más material del conocido, del que le había puesto en el foco del HSI y de la policía nacional. En ese teléfono había miles de fotografías y vídeos de violencia sexual de la que eran víctimas niños y bebés de corta edad, pero casi todo el material era conocido.
De entre todo ese horros, esas barbaridades que había en el teléfono, dos vídeos llamaron la atención del policía que estaba analizando el dispositivo. El agente reconoció un sofá y un carrito de bebé que habían visto en el registro. Los mismos objetos aparecían en dos vídeos en los que un adulto agredía sexualmente a una bebé, a la hija de Santiago y Aiden. El agresor, no había duda, era Santiago, y el escenario era la casa del barrio del Lucero. Era dos grabaciones hechas en momentos distintos y, por tanto, la cría había sido violada por su padre al menos dos veces antes de cumplir los seis meses de edad.
¿La madre desconocía lo que estaba pasando en esa casa?
La madre no ha tenido participación alguna en las agresiones de la niña. Parece, más bien, que Santiago aprovechaba los momentos en los que se quedaba a solas con la pequeña para cometer sus fechorías. De hecho, cuando la policía le enseñó a Aiden las imágenes de su pareja violando a su hija se quedó espantada y dijo no sospechar nada. Otra cosa es si ella era cómplice o encubridora de la actividad de su marido como distribuidor de pornografía infantil, porque en el teléfono de Santiago la
Policía encontró archivos de este tipo enviados desde la cuenta de Telegram de ella a la de él, lo que fue suficiente para que ella fuera también arrestada. Santiago, que volvió a ser detenido cuando la policía encontró las pruebas de la violación a su hija, hizo un especial esfuerzo en dejar libre de cualquier cargo a su pareja e incluso explico que esos archivos de Telegram enviados desde el teléfono de ella al de él los había remitido él sin que ella se enterase.
Hace unas semanas, cuando Santiago fue detenido por tercera vez y acusado de la violación de su hija, la pareja se había trasladado a Pinto y allí esperaban recuperar pronto a la niña, porque habían trasladado efectos de la pequeña con la esperanza de que los servicios sociales de la Comunidad de Madrid se la devolviesen, algo que ahora parece bastante improbable, porque la niña no solo ha sido víctima de las agresiones sexuales de su propio padre, sino que incluso llegó a ser ofertada en el mercado pederasta.
En el teléfono de Santiago la policía también encontró unas cuantas conversaciones en Telegram en las que ofrecía a su hija –recordemos, de menos de seis meses– para que distintos pederastas diesen rienda suelta a sus perversiones e incluso se ofrecía a hacer tríos con ella. Y, aunque pueda parecer mentira, hasta en ese mundo hay unos códigos, según pudo comprobar la policía analizando esas conversaciones.
Los pederastas rechazaron la vomitiva oferta de Santiago
Muchos pederastas rechazaban la oferta de Santiago. Decían mostrarse espantados ante la idea de mantener relaciones sexuales con un bebé tan pequeño. Algunos decían que nunca antes de los cinco años, otros situaban la edad mínima en ocho. Lo cierto es que solo uno de sus interlocutores mostró interés por la pequeña, aunque solo quería ser un repugnante mirón: animaba a Santiago a grabar más vídeos violando a la pequeña.
¿Hay antecedentes similares?
Probablemente, la operación policial que más puede recordar a esta sea la operación Kova, que acabó en 2005 con uno de los pederastas más peligrosos de nuestra historia: Álvaro Iglesias, alias Nanysex. Curiosamente, uno de los participantes en esta investigación, el subinspector Eduardo Casas, también estuvo hace dieciocho años en aquella operación Kova. En esa ocasión, Nanysex y sus dos amigos, Todd y aza, que se desplazaban desde Galicia y Barcelona, violaban a los niños a los que cuidaba Nanysex como canguro. Dos de las víctimas eran bebés.