Lo llaman el crimen de la cabeza. Se trata de una historia tremenda: Jesús Mari Baranda vivía tranquilo en Castro Urdiales. Estaba divorciado y bastante alejado de su exmujer y sus dos hijos, que viven en el País Vasco. Le había quedado una buena pensión de jubilación y vivía cerca de dos primos. Y son ellos los que, a mediados del mes de febrero del año pasado, le echan de menos.
Habían quedado para celebrar una matanza, una comilona digamos, en la finca de uno de ellos, y Jesús Mari no se presentó. Sus primos le llaman al teléfono móvil, pero no da señal. Y entonces llaman a la pareja de Jesús Mari, la mujer con la que tenía una relación desde hacía ya siete años.
Mari Carmen Merino, que así se llama la pareja del desaparecido, y que está en prisión acusada de decapitarlo, les cuenta a sus primos que Jesús Mari se ha ido a pasar unos días a Galicia con una cuadrilla de viejos amigos del banco. Les dice, además, que no sigan llamándole a su teléfono móvil, porque se le había estropeado y ella le había comprado otro para que pudiera usarlo durante el viaje. La mujer les da entonces el nuevo número de teléfono del hombre.
Y los dos primos de este jubilado le mandan varios mensajes. A los que el hombre, o más bien alguien, responde de forma un tanto seca. El tiempo fue pasando y Jesús Mari no volvía, no aparecía por Castro Urdiales. Carmen Merino pasó bien y tranquila el verano en Castro Urdiales, donde incluso invitó a parte de su familia y amigos. Hizo vida social normal.
Hasta que una vecina decidió cambiar los armarios de su casa en el mes de septiembre. Empezaba a refrescar en Castro Urdiales y había que sacar algo de ropa de abrigo.
Y esa vecina abre el armario y nota un olor muy desagradable. Y recuerda que, unos meses atrás, en abril, la pareja del desaparecido le había pedido que le guardara una caja
Mari Carmen le dijo que la Guardia Civil iba a registrar la casa donde vivía con Jesús Mari en busca de pistas sobre su desaparición. Le entregó una caja cuadrada para que se la guardara. Le dijo que dentro había "juguetes sexuales". Y la mujer decide abrir esa caja con aquellos objetos sexuales de la que parece venir el mal olor. Estaba envuelta en papel de regalo y tenía un lazo muy vistoso.
La vecina abrió la caja con un cutter y fue viendo bolsas de basura, solo bolsas de basura, una dentro de otra. Hasta nueve seguidas. Dentro de la última había un paquete que estaba envuelto en un rollo de papel albal, papel aluminio. Cuando rompe el papel aluminio, ve los ojos de la cabeza de una persona y sale corriendo. Las pruebas de ADN revelarían luego que esa era la cabeza de Jesús Mari Baranda, el hombre desaparecido.